Desde temprana edad, Saúl “Canelo” Álvarez demostró que no era ajeno al trabajo duro. En una reveladora entrevista previa a uno de sus combates, el campeón mexicano confesó que, de no haberse dedicado al boxeo, probablemente hubiera continuado en el negocio familiar: la venta de helados. “Él quería que yo estudiara y trabajara con él vendiendo helados en su tienda que tenía”, compartió el excampeón, dejando en evidencia cuánto influyó ese entorno en su formación.
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Negocio familiar
La historia del boxeador que conquistó mundos y títulos tiene raíces sencillas y cotidianas. Desde los cinco años, Canelo ayudaba a vender paletas en el local de su padre. Más adelante, a los siete años, ya subía a los camiones para repartir y ofrecer los manjares helados por todo Juanacatlán, Jalisco. Estas primeras tareas fueron más que un pasatiempo; representaron una escuela de vida. Canelo aprendió responsabilidad, atención al cliente, disciplina y, sobre todo, el valor del esfuerzo. Esa misma determinación que lo hizo famoso en el cuadrilátero se forjó desde sus primeros días vendiendo paletas.
Canelo reconoció que su padre, consciente del potencial de su hijo, deseaba que optara por un camino más tranquilo y estable: estudiar y gestionar el local familiar. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Aunque el negocio de helados era una alternativa plausible y respetable, el joven Saúl abrazó el ring con tanta pasión que dejó atrás la hielera por los guantes. Sin duda, esa experiencia temprana le brindó una base sólida tanto en lo personal como en lo profesional.
De heladero a ícono del boxeo
Imaginar al actual ícono del boxeo mexicano como un simple heladero podría parecer una fantasía, pero por un momento fue una eventualidad real. En efecto, su entorno familiar le marcó un rumbo alternativo. Vender helados hubiera sido una extensión natural de su historia familiar, una vida tranquila y conocida. No obstante, su vocación por el deporte le abrió un camino distinto: el del boxeo, que lo llevó a ser uno de los pugilistas más talentosos y reconocidos del planeta.
En ese sentido, aquel negocio no fue solo un medio de sustento, sino también un vínculo afectivo y formativo. Ayudar desde pequeño a su padre implicó asumir responsabilidades adultas antes de tiempo, comprender los sacrificios de la familia y valorar cada oportunidad. El local de helados fue, de alguna manera, el primer cuadrilátero de Saúl Álvarez: cada sonrisa que generaba en los clientes, cada paleta vendida, eran pequeños éxitos que lo motivaban a ir más allá.
Hoy, con una carrera repleta de campeonatos y reconocimientos internacionales, Canelo puede mirar al pasado y reconocer que, sin las paletas, quizá no hubiera llegado a ser el campeón que todos sabemos. De haber seguido la ruta más segura, hoy se le recordaría como el heladero de Juanacatlán que heredó el negocio familiar. Pero el destino lo quiso en el ring, y el mundo entero se benefició de esa elección.