El contrato récord y el estatus de superestrella global de Shohei Ohtani le han otorgado un blindaje mediático que resulta asombroso, especialmente en el momento más crucial de la temporada. Mientras los Dodgers de Los Ángeles luchan en los playoffs, el rendimiento de Ohtani con el bate está muy por debajo de lo esperado, y su rol como lanzador es una sombra de incertidumbre. La gran pregunta es: ¿Por qué nadie está criticando a la figura más visible y mejor pagada del béisbol?
El desplome ofensivo en octubre
El contraste entre la temporada regular de Ohtani y su actuación en la postemporada es dramático. Durante la campaña regular, el japonés fue un coloso en el plato, registrando un sólido promedio de bateo de .282, con 55 jonrones y 102 carreras impulsadas (RBI), culminando con un OPS (porcentaje de embasarse más slugging) de 1.014.
Sin embargo, al llegar a los playoffs, las estadísticas se han desplomado. Tras 29 turnos al bate en la postemporada, Ohtani batea para un mísero .138. Su poder se ha limitado a 2 jonrones y apenas 5 RBI. Más preocupante aún es su bajo OPS de .631, una cifra que para un bateador designado y estrella de su calibre es considerada deficiente.
Si cualquier otro jugador con un contrato sustancial estuviera produciendo tan poco en la vitrina de los playoffs, la presión mediática sería inmediata y aplastante. No obstante, en torno a Ohtani prevalece un extraño silencio, un fenómeno que muchos atribuyen al poder de su marca personal y al equipo de relaciones públicas que gestiona al atleta mejor mercadeado del béisbol.
La ausencia en el montículo
El doble estándar se acentúa con su rol como lanzador. Ohtani, el único jugador de dos vías de la liga, solo ha subido al montículo una vez en esta postemporada: el 4 de octubre, cuando lanzó en el Juego 1 de la Serie Divisional de la Liga Nacional (NLDS).
En esa salida, que terminó en victoria, lanzó 6.0 entradas, ponchó a 9 bateadores y registró una efectividad de 4.50. Fue un esfuerzo decente, pero no ha vuelto a repetirse.
Ahora, con los Dodgers en plena Serie de Campeonato (NLCS), y con el calendario apremiante de los playoffs, la disponibilidad de Ohtani como abridor sigue siendo una incógnita. Han pasado más de diez días desde su última aparición en la loma, y la falta de una confirmación para el siguiente juego en Los Ángeles levanta sospechas. En el béisbol de octubre, la rotación es vital. Retrasar o eliminar la participación de un as como Ohtani (que en la regular tuvo una efectividad de 2.87 en 14 juegos) sería impensable para casi cualquier otro equipo, a menos que existiera una lesión grave confirmada.
Esta ausencia prolongada y la ambigüedad sobre su condición, sumadas a su bajo rendimiento ofensivo, pintarían un blanco en la espalda de cualquier otra figura de las Grandes Ligas. Pero Ohtani, por la razón que sea, parece estar exento del feroz escrutinio que exige la élite del béisbol en la postemporada. Su estatus de leyenda en vida lo protege de las balas de la crítica.