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En el mundo del deporte, las historias más memorables no siempre nacen del éxito en el campo. A veces, son las gestas humanas fuera de los reflectores las que dejan una huella más profunda. Tal es el caso de Matt LaChappa, un nombre que, aunque jamás apareció en una alineación de Grandes Ligas, ha sido sinónimo de lealtad, esperanza y familia dentro de los Padres de San Diego durante más de tres décadas.
Todo comenzó con una promesa. En 1993, LaChappa fue elegido por los Padres en la segunda ronda del draft, el mismo año que un joven llamado Alex Rodriguez. Tenía apenas 18 años, una recta poderosa y un futuro brillante. Pero la vida tenía otros planes. El 6 de abril de 1996, mientras calentaba con el equipo Rancho Cucamonga, sufrió un infarto. Luego, otro más. Lo que parecía el inicio de una carrera profesional, terminó en una lucha por la vida.
Matt sobrevivió, pero las secuelas fueron severas. Perdió movilidad, quedó en silla de ruedas y con dificultades para hablar. Sin embargo, lo que pudo haber sido un adiós silencioso al deporte, se convirtió en un acto de profunda humanidad. Desde ese fatídico día, los Padres de San Diego decidieron seguir renovando su contrato cada año. La iniciativa fue impulsada por Priscilla Oppenheimer, entonces directora de desarrollo de jugadores, quien hizo una promesa: Matt no sería olvidado.
En 2025, se cumplen 32 años desde que Matt forma parte de la organización. Asiste a juegos, visita el estadio, anima al equipo y mantiene viva su pasión por el deporte. Los Padres incluso construyeron un campo de beisbol con su nombre en la reserva donde creció.
Más allá de los números o las estadísticas, Matt LaChappa representa lo mejor del deporte: la capacidad de unir, de cuidar y de reconocer el valor humano por encima del rendimiento. Nunca lanzó en Grandes Ligas, pero su historia sigue tocando corazones, recordándonos que a veces, los verdaderos héroes no están en el montículo, sino en la vida misma.