Jorge Mario Bergoglio, quien fungió como papa Francisco en el período 2013-2025, se caracterizó por llevar a cabo los votos de castidad, pobreza y obediencia. Como parte de su papado, manifestó su intención de vivir con humildad y sin los recursos que le asignaría la Iglesia católica para desempeñar sus funciones.
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Su dilatada trayectoria
Sus inicios en la Compañía de Jesús datan del año 1957, a sus 20 años, cuando comenzó sus estudios en el seminario metropolitano de Buenos Aires. Aún en su período de formación y con una licenciatura en Filosofía, se desempeñó como maestrillo en el Colegio jesuita de la Inmaculada Concepción de Santa Fe.
En 1969 se ordenó como sacerdote y en 1968 se convirtió en el primer arzobispo jesuita de Buenos Aires. Los rasgos de su personalidad ya eran visibles: carisma, sencillez, cercanía, proactividad e ideales firmes.
Así llegó al papado
Durante el cónclave que se desarrolló el 13 de marzo de 2013, a propósito de la renuncia de Benedicto XVI, Bergoglio fue elegido como papa tras cinco votaciones. En ese instante, adoptó el nombre de “Francisco”, en honor a Francisco de Asís, quien destacó por ser santo de la pobreza y la paz.
Revolución en el Vaticano
En días pasados, el portal web Celebrity Net Worth reveló que el máximo líder de la Iglesia Católica poseía un patrimonio neto de 100 dólares en el momento de su fallecimiento. Asimismo, no devengaba salario como papa y por esto el Vaticano se encargaba de cubrir sus gastos de manera directa.
De igual modo, su Santidad no disponía de bienes materiales y tampoco cuentas bancarias. De hecho, en el documental denominado “Amén: Francisco Responde”, un grupo de jóvenes aprovechó la ocasión para cuestionarle sobre su salario y la respuesta fue concreta, el Papa solicitaba al Vaticano algunas de sus necesidades básicas, sin caer en lujos ni excesos. En contraparte, los cardenales cuentan con un salario mensual que oscila entre 4,700 y 5,900 dólares.
Finalmente, el rol como Sumo pontífice fue un ejemplo para muchos cristianos y una muestra clara en contra de la ostentosidad. Su objetivo, más allá de la evangelización se basó en demostrar que los integrantes de la Iglesia católica pueden vivir sin excentricidades, enfatizando los valores más importantes como: la fe, el amor, el perdón y la esperanza.