En el mundo del deporte, la palabra "único" suele usarse con ligereza, pero en el caso de Shohei Ohtani, los números sugieren que incluso ese adjetivo se queda corto. Un análisis profundo de los registros de la Major League Baseball (MLB) desde 2021 revela una realidad que roza lo absurdo: el japonés no solo es el mejor en una faceta del juego, sino que está dominando ambas de forma simultánea a niveles nunca antes vistos.
El as más eficiente del montículo
Desde la temporada 2021, el impacto de Ohtani como lanzador ha sido silenciosamente superior al de cualquier especialista en la liga. Según los registros acumulados en los últimos cuatro años, ningún lanzador de la MLB ha trabajado más entradas que Ohtani manteniendo una efectividad (ERA) más baja.
Esta estadística es fundamental: no se trata solo de que Ohtani lance bien, sino de que ha logrado una combinación de durabilidad y dominio que ningún pitcher tradicional ha podido igualar en ese periodo. Su capacidad para devorar innings mientras mantiene a raya a los bateadores rivales lo sitúa en la cúspide de la élite de lanzadores abridores.
El poder que solo Judge puede mirar a los ojos
Si su dominio en la lomita es histórico, su producción con el madero es, simplemente, espectacular. Desde 2021 hasta la fecha, Ohtani ha conectado un total de 233 cuadrangulares.
Para poner este número en perspectiva:
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Es la segunda cifra más alta en todo el béisbol durante ese lapso.
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Solo Aaron Judge ha conectado más jonrones que él en estos cuatro años.
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Ha superado a especialistas del poder puro como Kyle Schwarber, Pete Alonso y Yordan Álvarez, con la diferencia abismal de que ninguno de ellos debe prepararse también para lanzar 100 millas por hora cada cinco días.
El factor de lo "imposible"
Lo que hace que estos datos sean completamente ridículos, como describen analistas de la industria, es la intersección de ambos mundos. En la historia del béisbol, los jugadores suelen sacrificar una faceta por la otra por puro desgaste físico. Ohtani, por el contrario, ha logrado ser el lanzador más eficiente en promedio de carreras limpias y, al mismo tiempo, el segundo bateador más temido del planeta.
Estamos ante un periodo de cuatro años donde un solo hombre ha sido, estadísticamente, un lanzador nivel Cy Young y un bateador nivel MVP de manera ininterrumpida.