Terence "Bud" Crawford es hoy uno de los boxeadores más respetados y completos del mundo. Sin embargo, llegar hasta aquí ha sido una travesía marcada por profundos desafíos. Criado en Omaha, Nebraska —una zona castigada por la pobreza, la delincuencia y la violencia—, Crawford vivió una infancia turbulenta bajo el peso de una madre que, en su afán por endurecerlo, llegó a pagar a otros niños para que lo golpearan, aunque nadie logró vencerlo. A esas agresiones se sumaron dispositivos todavía más extremos: fue expulsado de hasta cinco escuelas distintas por los altercados a los que se veía abocado.
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El disparo que cambió su destino
Pero el momento que realmente dio un giro radical a su vida ocurrió en 2008. Con apenas cuatro combates profesionales en su haber, Crawford fue baleado en la cabeza mientras jugaba dados en la calle. La bala impactó la ventanilla trasera de su auto, desvió su trayectoria y, aunque sangraba profusamente, Crawford logró conducir hasta el hospital por sus propios medios y recibir los puntos necesarios. Lo que podría haber sido fatal se transformó en el punto de inflexión: en su propia expresión, ese disparo "cambió mi vida enormemente... no había vuelta atrás".
El abrazo redentor del boxeo
Ese episodio puso en perspectiva su futuro. El boxeo, que desde niño había sido su refugio —edificado por antecedentes familiares en el deporte y el impulso del gimnasio local—, se convirtió en su camino real hacia la superación. En el C.W. Boxing Club comenzó a canalizar la violencia y la furia que lo rodeaban en algo disciplinado y con propósito. Con el tiempo esa disciplina lo llevó desde combates amateurs difíciles hasta una carrera profesional sin mancha: hasta 2025, se mantuvo invicto con un récord impresionante de 41 victorias —31 por nocaut— en múltiples divisiones, incluso convirtiéndose en campeón absoluto indiscutido en varias categorías.
Al igual que muchos jóvenes en contextos adversos, Crawford fue alimentado por la contención de entrenadores y mentores que le mostraron otra ruta —y él, con determinación, tomó esa senda.
Hoy, ya con 37 años, ese muchacho de Omaha no solo pelea por títulos, sino que se ha transformado en un símbolo vivo de lo que es posible a partir del dolor y la adversidad. Ha sido nombrado Peleador del Año por prestigiosos organismos, y su invicto lo consolida como una leyenda moderna. Pero más allá de la gloria, Crawford ha devuelto esa esperanza a su ciudad natal: dirige la B&B Sports Academy, un centro en el que los jóvenes pueden encontrar disciplina, propósito y un rumbo alejado de la violencia.