Por un lado, un talento generacional que lo catapultó a la cima del fútbol mundial, convirtiéndolo en uno de los delanteros más temidos y prolíficos de su era. Por otro, un historial de suspensiones que, en retrospectiva, eclipsan el tiempo que ha pasado fuera de las canchas por lesión. Analizando su trayectoria, resulta evidente que el "pistolero" ha perdido muchos partidos por sus polémicas, casi los mismos que por dolencias físicas.
Desde sus inicios en Holanda hasta su paso por los principales clubes de Europa y su actual etapa en la MLS, las suspensiones se han convertido en una constante en su carrera. Las estadísticas son contundentes: las mordidas, los insultos y los escupitajos han sumado un número de partidos perdidos que casi iguala cualquier lesión grave.
Un patrón de conducta
El inicio de su historial de sanciones se remonta a su etapa en el Ajax, donde fue suspendido por siete partidos por morder a un rival. En la Premier League, su paso por el Liverpool estuvo marcado por dos castigos emblemáticos: una sanción de ocho partidos por presuntos insultos racistas a Patrice Evra y una suspensión de diez partidos por morder a Branislav Ivanović del Chelsea.
Sin embargo, fue en el Mundial de 2014 donde su comportamiento tuvo su mayor resonancia global. La mordida al defensor italiano Giorgio Chiellini le valió una suspensión de nueve partidos con la selección uruguaya y cuatro meses de inactividad, el castigo más severo de su carrera.
En la MLS, su patrón no ha cambiado. La reciente suspensión por escupir a un miembro del cuerpo técnico del Seattle Sounders se suma a un historial que lo ha dejado fuera de nueve partidos en su paso por el Inter Miami.
El talento vs. el temperamento
Este patrón plantea una reflexión sobre el costo del temperamento en el deporte de élite. Aunque el talento de Luis Suárez ha sido su mayor arma, también ha sido su mayor limitación. Su legado, sin duda, será el de un depredador del área, pero también el de un futbolista cuyo temperamento le impidió jugar muchos partidos importantes.
También, la carrera de Luis Suárez es un claro ejemplo de cómo un jugador puede ser tan propenso a las suspensiones como a las lesiones. Aunque sus actos de indisciplina, como los mordiscos y los escupitajos, le han costado un total de al menos 43 partidos, sus dolencias físicas le han alejado del terreno de juego en una cifra muy similar, entre 60 y 65 partidos. La cercanía entre ambas cifras subraya una dualidad única en el delantero uruguayo: su presencia en el campo ha dependido casi tanto de su autocontrol como de su salud física, lo que ha convertido su trayectoria en una de las más singulares y polémicas del fútbol mundial.