A más de 8.000 metros sobre el nivel del mar, donde la atmósfera se adelgaza y el frío se vuelve insoportable, un grupo de científicos y sherpas ha logrado una hazaña sin precedentes: la instalación de la estación meteorológica más alta del planeta, situada en la temida zona de la muerte del Monte Everest. Este esfuerzo no solo destaca la capacidad humana para superar límites físicos, sino que también representa un avance crucial en la comprensión del cambio climático global.
Dicha labor se llevó a cabo durante la primavera de 2019 como parte de la Expedición Perpetual Planet, comandada por los científicos meteorólogos Tom Matthews y Baker Perry. Su objetivo era establecer una red de estaciones meteorológicas en el Everest para estudiar el comportamiento del Jet Stream Subtropical, una de las corrientes de viento más que mas influye en los patrones globales.
No obstante, el camino hacia la cumbre estuvo lleno de desafíos. "El clima impredecible y el agotamiento constante hacen que cualquier tarea, incluso la más pequeña, sea extremadamente difícil a esas alturas", comentó Matthews en una entrevista con National Geographic.
Un gran equipo
Los preparativos para esta ambiciosa expedición comenzaron meses antes. Un equipo de más de 30 científicos de diversas disciplinas practicó meticulosamente cómo armar la estación en condiciones controladas en New Hampshire y Nepal. Conscientes de que el tiempo sería limitado en la montaña (debido al agotamiento, la falta de oxígeno y las temperaturas bajo cero), sabían que contarían con apenas tres o cuatro horas para completar su tarea en la cima.
Una vez en el terreno, el 23 de mayo de 2019, los desafíos se multiplicaron. La logística y las condiciones extremas exigieron no solo habilidades técnicas, sino también una resistencia física y mental excepcionales. A pesar de estas adversidades, el equipo perseveró.
La instalación de esta estación meteorológica no solo es un logro técnico, sino que también proporciona datos esenciales para entender mejor cómo el cambio climático afecta a nuestro planeta. En un momento en que la ciencia del clima es más crucial que nunca