El adiestrador canino Alan Peiró ha lanzado una reflexión contundente que pone en jaque a muchos dueños de mascotas: los perros no son niños. En su opinión, uno de los errores más comunes en la crianza de perros hoy en día es tratarlos como si fueran seres humanos, lo que puede desencadenar consecuencias negativas para su salud emocional y su comportamiento.
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Peiró explica que muchas personas, movidas por el cariño o una necesidad de afecto, terminan proyectando sus propias emociones en el animal. Los visten, los llevan en brazos como bebés, les hablan como si entendieran todo, e incluso los privan de relacionarse con otros perros. Este tipo de conductas, aunque bien intencionadas, pueden provocar que el animal desarrolle inseguridades, miedos o problemas de socialización.
Las consecuencias psicológicas de humanizar a tu perro
La humanización excesiva lleva a situaciones en las que el perro ya no actúa como tal. Al no permitirle comportarse según su naturaleza —oler, explorar, jugar, interactuar con otros canes, marcar territorio— se limita su desarrollo emocional y cognitivo. Peiró recalca que muchos problemas de conducta que él atiende en consultas tienen su raíz en esta confusión de roles: un perro que no sabe si debe proteger, obedecer o ser protegido constantemente.
Además, enfatiza que cuando los dueños adoptan un rol de “padre humano”, le quitan al animal la oportunidad de aprender a resolver situaciones por sí mismo. Esto, a la larga, genera perros dependientes, con ansiedad ante la separación o incluso agresivos por falta de límites claros.
Peiró no niega el vínculo emocional que une a los humanos con sus mascotas, pero insiste en que para cuidar verdaderamente a un perro hay que entenderlo como especie. Eso implica ofrecerle una vida equilibrada, con normas, estímulos adecuados y espacio para comportarse como lo que es, un perro.