Recientes investigaciones han revelado que el consumo habitual de alimentos quemados puede conllevar riesgos significativos para la salud. Diversos estudios señalan que al someter los alimentos a altas temperaturas, especialmente durante procesos como freír, asar o tostar, se generan compuestos químicos potencialmente dañinos.
NOTAS RELACIONADAS
Formación de compuestos nocivos en alimentos quemados
Uno de los principales compuestos formados es la acrilamida, una sustancia química que se produce cuando alimentos ricos en hidratos de carbono, como papas, pan y cereales, se cocinan a temperaturas superiores a 120°C. Este proceso, conocido como reacción de Maillard, es responsable del dorado y sabor característico de estos alimentos, pero también de la formación de acrilamida.
Además de la acrilamida, se generan otras sustancias como las aminas heterocíclicas (AHC) y los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP). Las AHC se forman cuando los aminoácidos y la creatina presentes en carnes y pescados reaccionan a altas temperaturas, mientras que los HAP surgen cuando la grasa y los jugos de la carne caen sobre superficies calientes o llamas, produciendo humo que contiene estos compuestos, los cuales se adhieren a la superficie de los alimentos.
Riesgos para la salud asociados al consumo de alimentos quemados
La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) ha clasificado a la acrilamida como un "probable carcinógeno para humanos", basándose en estudios que demuestran que la exposición a altos niveles de esta sustancia puede aumentar el riesgo de desarrollar cáncer, especialmente en riñón, endometrio y ovarios.
Por su parte, las AHC y los HAP han sido asociados con mutaciones genéticas y la formación de tumores en estudios con animales. Aunque la evidencia en humanos aún es limitada, estos hallazgos sugieren que una ingesta frecuente de alimentos quemados podría incrementar el riesgo de cáncer.
Recomendaciones de los expertos para reducir riesgos
Los especialistas aconsejan adoptar prácticas culinarias que minimicen la formación de estos compuestos nocivos. Entre las recomendaciones se incluyen:
- Evitar cocinar en exceso: Procurar que los alimentos no se quemen ni adquieran un color oscuro.
- Optar por métodos de cocción más saludables: Preferir técnicas como la cocción al vapor, hervido o al horno a bajas temperaturas, en lugar de freír o asar directamente sobre la llama.
- Controlar la temperatura: Mantener las temperaturas de cocción por debajo de 150°C para reducir la formación de acrilamida y otros compuestos.
- Evitar el consumo de partes quemadas: Desechar las zonas excesivamente tostadas o quemadas de los alimentos.
Además, es importante almacenar adecuadamente los alimentos. Por ejemplo, no se recomienda guardar las patatas en el refrigerador, ya que esto puede aumentar la formación de acrilamida al cocinarlas.
Aunque ocasionalmente consumir alimentos ligeramente quemados no representa un riesgo significativo, es fundamental ser conscientes de los posibles peligros asociados al consumo habitual de comida quemada. Adoptar prácticas de cocción más saludables y estar atentos a la preparación de los alimentos puede contribuir a reducir estos riesgos y promover una mejor salud a largo plazo.