En el Gran Premio de Miami, Lewis Hamilton y Charles Leclerc se enfrentaron repetidamente con sus ingenieros de carrera a través de la radio del equipo. Sus respectivas disputas atrajeron toda la atención hacia Ferrari, eclipsando una cuestión fundamenta
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Recapitulemos rápidamente. Tras el coche de seguridad virtual, Lewis Hamilton se encontraba justo detrás de Charles Leclerc, pero con neumáticos medios en comparación con el compuesto duro del monegasco.
En ese momento, el siete veces campeón del mundo de Fórmula 1 solicitó un cambio de posición, lo que sólo se produjo después de varias vueltas, momento en el que sus neumáticos más nuevos ya habían perdido su máximo rendimiento.
Esta maniobra se realizó para intentar acortar distancias con el Mercedes de Kimi Antonelli. Una vez que quedó claro que adelantar al piloto rival era imposible, Charles Leclerc recuperó su posición original por delante del británico, pero ya era demasiado tarde.
El verdadero problema es otro
Este escenario hizo que se pasara por alto algo: Ferrari, ya sea con neumáticos medios o duros, no tenía el ritmo de carrera necesario para terminar entre los seis primeros. De hecho, eran el quinto equipo más rápido de la parrilla, tal como lo demostró la clasificación.
No solo eso. El director del equipo, Frédéric Vasseur, declaró después de la carrera que “el ritmo era similar al de Mercedes y Red Bull”.
En resumen, ya había quedado claro en las primeras cinco carreras que Ferrari no es tan rápido como se suponía (según las afirmaciones invernales). Pero Miami nos deja una conclusión: el verdadero problema en Maranello no es la frustración de los pilotos con la situación actual, sino la total confusión dentro del equipo, tanto en términos de rendimiento como de organización.
Parece que volvemos a 2022. Ese año tampoco lograron ganar por la misma razón, con una única diferencia respecto a 2025. El coche, aunque poco fiable, era mucho más competitivo.