Eric Kay, exempleado por 24 años de los Angelinos de Los Ángeles, hace dos calendarios fue sentenciado a prisión debido a que durante un lapso de su tiempo en la organización, facilitó drogas al lanzador Tyler Skaggs, quien eventualmente falleció en 2019 por el consumo de estas sustancias prohibidas.
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Se trató de un caso complejo desde el punto de vista legal. Hoy en día Kay cumple su condena en la Institución Correccional Federal de Englewood tras haberse desempeñado como director de comunicaciones, coordinando la cobertura mediática de jugadores como Tim Salmon, Mike Trout y Shohei Ohtani.
En días recientes accedió a responder preguntas por primera vez desde su condena relacionada con la sobredosis de Skaggs; la próxima semana se cumplirán el quinto aniversario de su muerte.
En entrevista exclusiva con The Athletic, Kay dijo creer que su sentencia de 22 años es injusta. También abordó su encarcelamiento y su relación con Skaggs, criticó la actuación de sus abogados en su juicio y lamentó cómo su condena destrozó a su familia y condujo al distanciamiento.
Añadió que su responsabilidad reside en no haber contribuido a la sobriedad de Skaggs. Pero no cree que sea responsable de su muerte.
"Me siento fatal por no haber dejado de contribuir a su adicción. Tenía mucho más por lo que vivir que yo", dijo. "No quiero que suene trillado. Lo hizo, acababa de casarse y ahora gana millones de dólares. Es básicamente un titular de primera línea”.
"Yo era alguien en el mundo", indicó. "Estaba haciendo algo a un gran nivel. Marcaba la diferencia".
Todo eso cambió el 1 de julio de 2019, la noche en que Skaggs esnifó una pastilla que contenía una dosis letal de fentanilo. El zurdo sufrió una sobredosis, ahogándose en su propio vómito, y fue descubierto por los empleados del hotel y los oficiales del equipo a la mañana siguiente.
Menos de tres años después de la tragedia, un jurado del condado de Tarrant (Texas) declaró a Kay culpable de distribución de una sustancia controlada con resultado de muerte y de conspiración para poseer con intención de distribuir sustancias controladas. Tendrá casi 70 años cuando su puesta en libertad esté prevista para el 8 de enero de 2041.
Habiendo perdido su apelación inicial, se prepara para su recurso de habeas corpus, un largo camino legal que requiere que el acusado demuestre que un error legal condujo a la pérdida de sus derechos protegidos.
"Fui condenado por conjeturas. Me condenaron por falsedades", estimó.
En última instancia, la acusación tenía que demostrar más allá de toda duda razonable que Skaggs habría sobrevivido de no ser por el fentanilo que tenía en su organismo. Necesitaban probar que Kay proporcionó las pastillas a Skaggs. Y necesitaban encontrar, por una preponderancia de la evidencia, que proporcionó las drogas en Texas.
Kay dijo que no viajó con las píldoras (un requisito para su condena), agregó que no hay manera de probar si fueron sus pastillas las que mataron a Skaggs. Sin embargo, sí le suministró regularmente pastillas y con el tiempo, a otros cinco jugadores de los querubines, todos los cuales testificaron al respecto en el juicio.
El momento del veredicto
Mientras el jurado deliberaba, Eric y su hijo Carter, de 22 años, pidieron hamburguesas para comer, con la inquietante posibilidad de que fuera su última comida como hombre libre. La expectativa era que podría tardar un tiempo; dos bocados después, recibió la noticia, el jurado había llegado a un veredicto unos 90 minutos después de comenzar el proceso.
Kay se volvió hacia Carter y le dijo que iba a la cárcel. "Le di un abrazo y le dije: 'Lo siento mucho, Carter'", recuerda Kay entre lágrimas. "Fue uno de los momentos más duros de mi vida".
Segundos después de leerse el veredicto de culpabilidad, le quitaron el teléfono, el cinturón y lo encadenaron en la sala del tribunal. Luego entró en la parte trasera de una furgoneta que lo trasladó a una cárcel situada a poca distancia del tribunal de Fort Worth (Texas).
Esa noche durmió en un catre de un centímetro de grosor, le sirvieron lo que él llamaba "comida para gatos" incomible. Se puso en posición fetal y sollozó, sin dormir en toda la noche.
Desde entonces ha perdido 40 kilos respecto a la versión de más de 136 kg que se presentó ante el tribunal, en gran parte porque a menudo no come la comida de la prisión. Tiene tatuajes nuevos en ambos brazos; en la cárcel sigue un programa de cinco años de Suboxone para mantenerse limpio, intenta comunicarse con su familia aunque algunos no quieren hablar con él.
Antecedentes de adicciones
Kay se lo puso difícil a quienes le rodeaban, su abuso de drogas se prolongó durante décadas. Empezó a finales de los 90, cuando fue contratado por primera vez por los Angelinos; llevaba tiempo luchando contra la depresión, pero encontró consuelo en el Vicodin, llegando a tomar hasta 10 al día.
Su padre, Rick Kay, exjugador de fútbol americano de los Rams de Los Ángeles, falleció en un accidente de auto en 1998. Recibió la noticia mientras trabajaba en el Angel Stadium. Al igual que su progenitor, se hizo adicto a los analgésicos; la muerte de su padre, dice, contribuyó a su caída en picada, empezó con Vicodin, luego pasó a Norco, posteriormente a la oxicodona.
El Domingo de Pascua de 2019, estaba bailando dentro de su oficina del Angel Stadium. No fue una celebración feliz. Estaba drogado en el trabajo, andaba sin camiseta, murmuraba para sí mismo, estaba sudando, con la cara roja e hinchada.
El secretario de viajes del equipo, Tom Taylor, entonces íntimo amigo, lo enfrentó y decidió llevarle a casa. De camino, pararon en un CVS. Allí, Kay empezó a dar saltos de karate por los pasillos y a comportarse de forma errática; tras dejarle en su casa, Taylor dijo a Sandy Kay que creía que su hijo necesitaba ayuda.
"Eric está violentamente enfermo en este momento. Está vomitando, está sudando profusamente", dijo Sandy. "Y es simplemente desafiante. No, sólo estoy enfermo. No estoy drogado'".
Fue durante esa época tumultuosa que él y Skaggs estaban en una relación codependiente como dos personas adictas a los opioides. Todo comenzó en 2015, según su recuerdo durante una entrevista del Departamento de Policía de Southlake realizada el 25 de septiembre de 2019; Kay les dijo a los investigadores que se acercó a Skaggs cuando la otra fuente de drogas de Kay fracasó.
Cuando la adicción alcanzó su ápice, buscaba comprar drogas para él, Skaggs y eventualmente, otros jugadores de Los Ángeles.
"A veces me reñía. A veces era constante", dijo Kay de Skaggs. "Yo sólo quería hacerlo callar, aplacarlo porque no se iba a ir".
Poco después del episodio de CVS, Kay dejó el equipo para acudir a un centro de rehabilitación ambulatoria; durante este tiempo, dijo, Skaggs siguió tendiéndole la mano. Después de regresar a su trabajo un mes más tarde, el equipo le envió de vuelta a la carretera.
Su versión de los hechos es significativamente diferente de lo que el Gobierno argumentó en su juicio. Dijo que le proporcionó pastillas a Skaggs en California, no en Texas, y que no sabía que estaban mezcladas con fentanilo.
El equipo voló del aeropuerto de Long Beach a Dallas la noche del 30 de junio. Skaggs envió un mensaje de texto a Kay al llegar al hotel, pidiéndole que fuera a su habitación. Cuando Kay llegó, dijo que vio líneas de drogas, añadió que no estaba seguro de si eran las drogas que le había proporcionado ese mismo día.
Como acababa de salir de rehabilitación y estaba tomando Suboxone, un fármaco diseñado para reprimir los efectos de los opiáceos, dijo que se negó. Minutos después, dijo, salió de la habitación de Skaggs, al notar que el lanzador no estaba interesado en salir si Kay no quería ir de fiesta.
Kay dijo que no había constancia de que volviera a entrar en su habitación hasta el día siguiente porque había dejado su llave en la habitación de Tyler, y tenía abierta la puerta de su propio cuarto. No recibió una llave nueva hasta la mañana siguiente; la fiscalía aludi la posibilidad de que Kay estuviera en la habitación cuando Skaggs murió.
"No me gusta decir esto", dijo Kay, "para que lo entendáis y lo comprendáis, que (lo juro) por mis hijos: Yo no estaba allí cuando Tyler se fue. Estaba en mi habitación". "Daría mi mano derecha hoy por traerle de vuelta o volver a ese momento en el que podría haberle visto entrar en declive médico. Yo no estaba allí".
La última vez que el mundo escuchó la voz de Kay, fue en una llamada telefónica grabada que hizo en prisión, poco después de su condena. Se reprodujo en su sentencia. "Todo lo que ven son signos de dólar", dijo en la llamada, refiriéndose a la familia de Skaggs. "Puede que consigan más dinero con él muerto que si estuviera jugando, porque apestaba".
El juez Terry R. Means citó ese comentario para añadir dos años a su condena, a pesar de que también dijo que el mínimo de 20 años era excesivo.
"Siento muchísimo lo que dije en un momento privado de debilidad", dijo Kay. "Es horrible. No tiene explicación. No era mi intención. Estaba buscando a alguien a quien culpar y gritar. Me disculparía por ello. Y les haría saber lo especial que era su hijo. Estábamos atrapados en esta vorágine de adicción".
La familia Skaggs ha demandado a los Angelinos, argumentando que el equipo sabía o debería haber sabido lo que Kay estaba haciendo; él dice que la organización no estaba al corriente. El juicio está previsto para abril de 2025.
Secuelas en la familia de Eric Kay
La suya, dice, ha sido destrozada en los últimos años. El día después de que fuera acusado, dijo que su esposa durante más de dos décadas, Camela Kay, solicitó el divorcio. También consiguió una orden judicial que le obligaba a abandonar su casa; tras desintoxicarse, se mudó con un vecino para poder seguir viendo a sus hijos mientras esperaba el juicio.
Su hermano menor, Brett Kay, pasó de ser su mejor amigo e ídolo a no hablarse más con él. Ha pasado al menos un año desde su última conversación.
Brett, un destacado jugador de beisbol universitario seleccionado en 8va ronda por los Mets de Nueva York, se convirtió en uno de los coach de beisbol de instituto con más éxito en California.
"Nos destrozó. Nos separó", dijo Kelly Miller, hermana de Eric. "Es lo más triste que me ha pasado en la vida. Me rompió el corazón y nos rompió el corazón a todos".
Otros apoyan a Kay. Miembros del departamento de relaciones públicas de los Twins de Minnesota lo visitaron, diciendo que es su buen amigo y gente de todo el deporte se ha puesto le ha contactado; el veterano pitcher de Grandes Ligas, LaTroy Hawkins, donó 300 dólares a la cuenta del economato de Kay. Dijo que piensa seguir donando mientras Kay esté encarcelado.
"Conozco a mucha gente buena que se droga, y él siempre me trató increíblemente", dijo Hawkins. "Un ser humano genial. Tengo familiares en la cárcel, yendo a la cárcel, saliendo de la cárcel. Así que lo entiendo. De verdad que lo entiendo. Y sé que tiene familia".
Kay tiene una relación complicada con sus tres hijos: Hudson, de 13 años, y Carter y Tanner, que rondan los 20 años. Tanner, que vivió en Colorado durante unas prácticas, le visitó un par de veces, pero desde que fue condenado no ha visto a Hudson ni a Carter.
Comunicarse, dijo, es difícil. Las llamadas a la prisión duran 15 minutos, a menudo interrumpidas por una voz automatizada que dice: "Esta llamada es de una prisión federal", acompañadas de un caótico ruido de fondo. Después de hacer una llamada, debe esperar al menos 30 minutos antes de volver a ponerse a la cola para hacer otra.
Sigue intentando reconciliarse con uno de sus hijos, que le colgó el teléfono tras una discusión. Kay defendía a su madre, su hijo defendía a la suya.
"Seguimos queriendo a nuestro padre. Seguimos estando a su lado", dijo su hijo Carter. "Sólo queremos que dé un paso atrás y se dé cuenta de que nosotros también estamos pasando por lo mismo. Estamos al frente. No sólo estás tú en la cárcel. Hemos tenido que lidiar con todas las repercusiones".
El tiempo que ha pasado en el ojo público también ha perjudicado a su familia de otras maneras. Tanner, su hijo mayor, también quiere dedicarse a las relaciones públicas; aún busca empleo a tiempo completo.
Carter dijo que la posibilidad de jugar beisbol tras la secundaria terminó pues "muchas universidades no querían tener nada que ver conmigo". El hijo menor, Hudson, crece sin su padre.
Labores en prisión
Kay trabaja todos los días en una fábrica de guantes de látex. La jornada empieza al amanecer, cuando él y otros reclusos hacen cola fuera de la fábrica esperando a que se abra la puerta, y luego son cacheados al entrar. Pagan 50 dólares al mes.
"Es algo para pasar el día. Me ayuda a pasar el día", dice. "Estoy agradecido por ello. Estoy muy agradecido por tener un propósito, por levantarme y hacer algo. Porque, durante un tiempo, no lo hice. Estaba en mi celda".
En ella tiene varias fotos. Fotos de todos sus hijos, así como una foto suya con el jardinero Mike Trout. Es una foto en la que sonríen juntos, cuando Trout era una superestrella en ciernes, y Kay era el hombre que lo guiaba a través de la explosión de interés mediático.
Ahora, la foto parece de otro universo. Kay tiene miedo de cómo será su vida cuando el mundo se olvide de este caso y los amigos y la familia que tiene fuera pasen de él. Le preocupa que su madre, su mayor defensora, haya muerto para cuando él esté libre.
"Cuando la maldita puerta de la celda se cierra, es una especie de realidad que no quieres experimentar nunca", dijo. "Y todos los días me cierran la puerta de la celda".
Fuente: The Athletic