La llegada de Xabi Alonso al banquillo del Real Madrid ha estado marcada por un inicio más turbulento de lo esperado. Tanto la directiva como la afición madridista habían depositado sus esperanzas en que la fase de grupos del Mundial de Clubes sirviera como una especie de pretemporada, un período de adaptación para el nuevo técnico y de puesta a punto para la plantilla.
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Sin embargo, el debut en el certamen mundialista ha revelado una realidad preocupante: el nivel actual de los merengues está lejos de ser el óptimo y las dudas empiezan a surgir con el pasar de los días.
El empate 1-1 ante Al-Hilal en el primer partido del Grupo H fue un golpe de realidad. El resultado no solo dejó en evidencia las carencias del equipo en el terreno de juego, sino que también complicó el panorama del Real Madrid en el torneo.
Lo que se vislumbraba como un camino relativamente sencillo para tomar ritmo, se ha convertido ahora en una obligación imperiosa. El conjunto blanco está obligado a ganar sus próximos dos partidos si quiere asegurar su clasificación y evitar un papelón histórico en el Mundial de Clubes.
El Pachuca es el próximo objetivo
Xabi Alonso tiene ante sí un desafío monumental. La mala dinámica del equipo es palpable y revertirla requerirá de un trabajo intenso y decisiones acertadas. El entrenador español se enfrenta a la tarea de reorganizar las líneas, infundir confianza en sus jugadores y encontrar la fórmula para que el Real Madrid vuelva a ser el equipo dominante al que todos están acostumbrados.
El próximo encuentro, ante el Pachuca en la segunda fecha, se antoja crucial. Es una oportunidad de oro para que los pupilos de Alonso muestren una cara diferente, una versión más cercana a lo que se espera del quince veces campeón de Europa.
La afición, aunque comprensiva con el proceso de adaptación, espera ver una reacción inmediata y el temple necesario para conseguir la primera victoria en este magno evento de la FIFA.