El FC Barcelona regresó esta semana de su gira asiática con un ambiente tenso dentro del vestuario. Después de disputar tres partidos en Japón y Corea del Sur y sellar su vuelta con una goleada (0‑5) al Daegu FC, la plantilla llegó visiblemente agotada al aeropuerto del Prat, pasadas las diez y media de la mañana del martes 5 de agosto.
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Sin embargo, lo que tensionó aún más el ambiente fue comprobar que parte del trayecto de vuelta se realizó por tierra, con casi cuatro horas en autocar desde Daegu hasta Seúl antes del vuelo de regreso.
El regreso de Asia: cansancio extremo y frustración colectiva
La planificación del regreso fue motivo de fuertes críticas dentro del equipo. Tras jugar en un entorno húmedo y lluvioso en Daegu, los jugadores tuvieron que subirse a un autocar alrededor de las tres de la madrugada para completar el trayecto hasta el aeropuerto, lo que añadió incomodidad física tras un partido intenso. No bastó el vuelo charter de 13 horas: el desfase horario de siete horas entre Corea y España agravó los síntomas del jet lag, generando un cansancio profundo que algunos describieron como el de un “equipo pequeño”.
La indignación no tardó en llegar a oídos del entrenador Hansi Flick, quien escuchó quejas directas por parte de varios futbolistas sobre la gestión del viaje. Como respuesta a ese desgaste físico y emocional, concedió un día de descanso al grupo antes de retomar entrenamientos el jueves.
Desde el punto de vista periodístico, toca subrayar que la combinación de trayecto terrestre tras un partido y un vuelo intercontinental tan largo deja poco margen para la recuperación. El equipaje emocional y físico acumulado puede afectar el rendimiento colectivo en entrenamientos y compromisos inmediatos.
Molestia tras conocer el incidente Ter Stegen‑club
Como si el retorno no fuera suficiente, la plantilla se enfrentó a otra tormenta interna: el incidente protagonizado por Marc‑André Ter Stegen. El capitán se negó a firmar el informe médico que Barcelona deseaba remitir a LaLiga para catalogar su lesión como de larga duración —eso permitiría liberar entre el 50 % y el 80 % de su salario bajo reglamento de fair play financiero para inscribir nuevos fichajes como Joan García―. Una decisión sin precedentes en el club.
Ter Stegen anunció en julio de forma unilateral que su baja sería de aproximadamente tres meses tras una operación de espalda, un plazo que contradecía los cálculos del club —que estimaba al menos cuatro o incluso cinco meses— y que abría la puerta a captar recursos financieros. Su negativa a firmar desencadenó un expediente disciplinario interno, lo que no solo bloqueó la inscripción de refuerzos, sino que generó asombro y molestia entre sus compañeros.
La plantilla, que había manifestado apoyo público al arquero en días anteriores, recibió con sorpresa una noticia que muchos consideraron un quiebre en la convivencia grupal: el conflicto del capitán con la directiva podía impactar negativamente en la unidad del vestuario.
Un vestuario tensionado entre logística y lealtades
El episodio Ter Stegen se suma a una situación más amplia: el portero había sido degradado a tercera opción tras fichajes como Joan García y la continuidad de Wojciech Szczesny, lo que ya tensionaba su rol deportivo. Ahora, esa tensión se ha convertido en un choque institucional con implicaciones deportivas, contractuales y humanas.
Al analizar el malestar colectivo, se hace evidente que no solo es el cansancio físico por el viaje, sino también una percepción de falta de empatía por parte del club hacia detalles sensibles: desde el itinerario logístico hasta el manejo de la situación médica de su capitán. Todo ello crea un caldo de cultivo para el descontento interno.
Si bien la plantilla ha recibido un respiro con el descanso concedido, queda por ver cómo se materializa ese estado de ánimo en los entrenamientos y en el próximo compromiso oficial, el Trofeo Joan Gamper el domingo 10 de agosto en el Estadi Johan Cruyff. La sensación general que emerge es la de un grupo desgastado, físicamente por un regreso caótico y emocionalmente por un conflicto que podría marcar el inicio de una temporada turbulenta.