La alarma roja ha dejado de parpadear para quedarse fija e incandescente en la Casa Blanca. Según información exclusiva desvelada por el diario Marca, la reciente derrota por 2-0 ante el Celta de Vigo en Balaídos no ha sido un simple tropiezo deportivo, sino la confirmación de una fractura interna que parece irreparable. Lo que se percibe en el césped es solo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo: una ruptura total en el núcleo del vestuario merengue, donde la cohesión ha dado paso a las facciones y el compañerismo al recelo.
El detonante público de esta situación se remonta al último Clásico, un encuentro que dejó heridas abiertas que no han cicatrizado. En aquel escenario de máxima tensión, las quejas visibles y sonoras de Vinicius Jr. no fueron un hecho aislado fruto de la calentura del partido, sino la manifestación de un malestar crónico. La falta de química entre las estrellas y la incapacidad para remar en la misma dirección quedaron expuestas, evidenciando que la gestión de los egos se ha vuelto una tarea imposible en Valdebebas. La caída en Vigo solo ha servido para profundizar una herida que sangra abundantemente ante la opinión pública.
Real Madrid, entre egos y disputas
La situación del banquillo es, quizás, el punto más crítico del reporte ofrecido por Marca. En medio de la tormenta, la figura de Xabi ha quedado expuesta a la intemperie. Lo más alarmante para el entorno madridista no es solo el resultado adverso, sino la nula respuesta institucional y grupal para proteger a su técnico. No hubo respaldo público a Xabi tras el pitido final, ni por parte de los pesos pesados del equipo ni desde la directiva en la zona mixta. Este silencio atronador confirma que el entrenador se encuentra solo frente al peligro, sin el escudo que el club suele ofrecer en momentos de turbulencia.
El diagnóstico es claro y preocupante: los egos han prevalecido sobre el escudo. La plantilla, repleta de talento individual, ha dejado de funcionar como un colectivo solidario para convertirse en un grupo de solistas desafinados. La guerra de vanidades está consumiendo la competitividad del equipo desde dentro, y si no se toman medidas drásticas de inmediato, la temporada podría terminar en un desastre histórico. La crisis ya no es un rumor; es una realidad tangible que amenaza con devorar el proyecto deportivo actual.