El 5 de julio de 1959, Venezuela vivió uno de sus momentos más memorables. Un nuevo hipódromo se inauguraría y los ojos del mundo fueron testigos de ello. En una hacienda al sur de Caracas, el óvalo de La Rinconada recibiría a más de 50.000 personas para su jornada inaugural.
Atrás quedaría en la Urbanización El Paraíso, la pista y las cuadras del circo de carreras que pronto serían arrasadas por maquinarias para la construcción del eje de túneles La Planicie-El Valle y parte de la Autopista Francisco Fajardo (actualmente Gran Cacique Guaicaipuro).
Arthur Froehlich, arquitecto estadounidense, fue contratado por el gobierno de Marcos Pérez Jiménez en 1956 para diseñar el “hipódromo que la afición reclama y Caracas merece” como lo decía el cronista Luis Plácido Pisarello. En el cometido lo acompañarían los Ingenieros Henry Layne y Tung-Yen Lin, junto con los paisajistas Roberto Burle-Marx, Fernando Tábora y John Stoddart.
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Froehlich, a la vez que tenía la obra en Caracas, encabezaba la remodelación del hipódromo de Aqueduct en Nueva York (de allí la similitud de los dos hipódromos en su diseño) que también la concluyó en 1959 y después reconstruyó Belmont Park en 1964. También diseñó el Hipódromo de Monterrico en Lima, Perú, con unas características parecidas a La Rinconada.
La jornada inaugural se dio con 12 carreras entre ellas la primera en 1.700 metros para ejemplares criollos, la Copa Inauguración que ganó el veterano Lavandero con Ignacio Jesús Ferrer y el Clásico Fuerzas Armadas que se lo llevó Banal con Gustavo Ávila en el sillín.