Era Navidad de 2009 y Catalina Bernal Andrade vivía unas festividades más inusuales de lo normal. Su padre había sido diagnosticado con cáncer de colon, así que Catalina regresó a su casa familiar en Bogotá, Colombia, para ayudar a su familia con el tratamiento de su papá.
NOTAS RELACIONADAS
Pese a las duras circunstancias, Catalina y su familia celebraron la Navidad lo mejor que pudieron, entre copas, cenas y festejos, teniendo en cuenta que esta celebración en Colombia, así como en gran parte de Latinoamérica, representa fiesta y trasnocho.
Por la mañana y luego de haber dormido muy pocas horas, Catalina y su madre se despertaron el día de Navidad para ir hasta el aeropuerto internacional El Dorado, pues se irían de vacaciones entre Navidad y Año Nuevo.
La idea de pasar una semana de vacaciones fuera fue de su propio padre, así que con el plan en marcha, Catalina y su madre abordaron el vuelo de JetBlue con destino a Orlando, Florida. Al subir, se pusieron cómodas en sus asientos: Catalina en el centro, su madre en el pasillo y un desconocido en la ventanilla.
Como se trataba de un vuelo en Navidad, Catalina adivinó que la mayoría de los viajeros se dirigían a visitar a su familia en Estados Unidos, principalmente porque la mayoría de ellos llevaban mucho equipaje de mano, con bolsas llenas de regalos, entre otras cosas.
El pasajero de la ventana, que estaba sentado justo al lado de Catalina, parecía viajar solo, iba sentado tranquilamente leyendo y con auriculares. Se trataba de un hombre de unos 30 años aproximadamente y Catalina pensó en lo bueno que era que el chico fuese tan reservado.
Justo después de haber despegado, la madre de Catalina se quedó dormida, al igual que muchos de los demás pasajeros en el vuelo. La auxiliar de vuelo le entregó a Catalina el formulario de entrada a Estados Unidos para que lo rellenara (en 2009 aún no estaban digitalizados). Y fue aquí cuando comenzó la historia de amor con su compañero de asiento.
Al intentar rellenar las fórmulas, no pudo recordar el número de vuelo, así que le preguntó al chico que seguía absorto en su lectura. Cuando ya faltaba poco para terminar, se percató de que había cometido un error, así que pidió otros formularios y comenzó de nuevo. Con mucha pena volvió a preguntar al hombre por el número de vuelo, pues lo había olvidado.
Esta vez el chico apartó su lectura y se dirigió muy amablemente a Catalina. Al final, terminaron charlando y fue entonces cuando ella se enteró de que el hombre no viajaba solo, sino que iba con su mamá y otros miembros de su familia, porque visitarían a su hermana, que vivía en Nashville, Tennessee.
A partir de allí comenzaron a charlar de temas cada vez más profundos y Catalina se sintió con toda la confianza de contarle todo sobre ella, porque él también hizo lo mismo. Las dos horas de vuelo se la pasaron charlando de todo lo que había sido sus vidas, como si realmente se conocieran de siempre.
Al llegar a Estados Unidos, Mauricio (así se llamaba el hombre de la ventanilla) aprovechó para pedirle a Catalina su número temporal de Estados Unidos. Ella le dio no solo ese número, sino también el de Colombia y su correo electrónico. Durante los días siguientes no pararon de hablar, enviarse correos electrónicos y contarse cosas de sus vidas.
Pasaron dos años hasta que finalmente formalizaron su relación. En 2011 contrajeron nupcias y ya acumulan 12 años de casados.