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La Vinotinto

La Vinotinto: sin fútbol ni alma

Viernes, 12 de noviembre de 2021 a las 01:02 pm

SamuelAldrey/@SamuelAldrey

Lo digo así: con pena, con dolor y rabia. Asistimos -impotentes y absortos- a esta interminable danza negra en el centro del campo. La Vinotinto ha sacado de su arco 23 goles en esta Eliminatoria, veintitrés veces a caminar 40 metros al círculo central. Estamos presenciando una de las peores actuaciones de la selección en lo que va de siglo XXI. 

Acabamos de ver, ante Ecuador en Quito, a nuestros jugadores salir con el paso apurado y la mirada perdida. Un equipo sin fútbol y sin alma.

Se escucha desde la platea de Twitter a los que sufrieron por la Vinotinto a pie de campo como Richard Páez decir: "Lo más lamentable e injustificable, es haber desperdiciado a la generación futbolística con mayor nivel internacional comprobado, por la cantidad apreciable de jugadores con calidad regados por Europa y Américas del Norte y Sur. Ha sido lo imperdonable por mala gerencia", exclama el ex técnico nacional.

 

Las excusas hay muchas, pero no debería haberlas. ¿Cómo explicar lo inexplicable? ¿Cómo serenarse en esta tarde de eliminatoria oscura, predecible y cruel? Derrota, derrota y derrota. Bastará con ver la cara del capitán Tomás Rincón e interpretar los silencios y comprender la ira.

 

La cara de Rincón. El lamento de ver otro gol en contra, el 23 de esta eliminatoria /José Jácome EFE


Desde la jornada uno.

Perdimos desde la jornada uno, la primera batalla, la más fácil, la 'imperdible', la que debíamos ganar o ganar: el partido contra nosotros mismos.

Desde la contratación inesperada de José Peseiro tras la salida de Rafael Dudamel, la sombra de la espontaneidad envuelve el rumbo de la selección. Pasamos por una mesa regularizadora colocada por la FIFA tras el fallecimiento de Jesús Berardinelli, a la elección de Jorge Giménez como nuevo presidente de la Federación Venezolana de Fútbol. 

Allí está esa "imperdonable mala gerencia" que comunica Richard Páez. José Peseiro remó como pudo sin recibir su paga después de 14 meses de trabajo hasta que decidió irse con su cuerpo técnico después de la Copa América.

Gianni Infantino, presidente de la FIFA, visitó el país, pero poco se preocupó que, tras los cien días de la nueva gestión que recibe el coroto, Peseiro continuaba sin recibir el usufructo de su trabajo. Aquí estamos después de aquello con el portugués enviando una demanda a la propia FIFA.

Así la selección queda con un técnico interino: Leonardo González, un banquillo regularizador. Otra consecuencia de la espontaneidad.

Revisemos los apuntes ante Ecuador.

Todo esto se aprecia ineludiblemente en el juego de la selección. Contra Ecuador se jugó a lo que se podía con las piezas que se tenía.

Empecemos con Rafael Romo. El arquero es un puesto inamovible en cualquier selección, pero eso no ocurre en la Vinotinto ya ha usado tres arqueros en la eliminatoria: Wuilker Faríñez, Joel Graterol y el propio Romo. Es decir, desde el arco ya vamos con el andamio tambaleándose.

La titularidad de Rafa fue por su talla (1,96 metros) y el ritmo con el que venía para combatir el sufrimiento a balón parado y el juego aéreo, pero ante Ecuador un error lo liquidó. Murió dos veces en Quito.

La primera en el mal despeje con los puños y la segunda muerte se la propinó Hincapié con el gol. A pesar de que en el partido recibió 4 disparos al arco y paró 3 (75%) de efectividad, su lápida en Quito reza: ¿¡Qué hiciste, papaíto!? 

La mala salida que terminó en el gol de Ecuador /Dolores Ochoa EFE


 El error es irreparable e incluso algo con lo que se puede vivir. Ya lo decía Luis Enrique cuando en la Eurocopa Unai Simón hizo un bochorno mayor que el de Romo: "El fútbol es un juego de errores".

Ahora ¿qué diferencia existe? España ante Croacia ganó por juego, por empuje y por fútbol. Todo eso se da por el proceso y una confianza irremediable en el trabajo de Luis Enrique. España tiene alma.

Es esa falta de proceso que hace a los errores imperdonables a la selección. Porque la Vinotinto después del gol no supo cómo vulnerar a una Ecuador que tampoco hizo demasiado fútbol. Solo vimos chispas Darwin Machís (el mejor del partido en ofensiva) de Savarino y Eric Ramírez.

No creamos ningún disparo directo al arco. Quedamos expuestos a los contraataques, lo que demuestra la falta de sincronización. No supimos aprovechar el repliegue de Ecuador y tampoco se puede pretender que ocurra algo cuando los cambios se hacen tarde (Luis "Cariaco" González al minuto 88 y sin Eduard Bello, el mejor la pasada fecha). 

Solo quedaron en este partido la chispa de Machís cuatro disparos, cuatro faltas conseguidas y cuatro centros realizados y la intención intermitente de Tomás Rincón, que buscó y buscó. Se tiró a recibir e incluso subió a definir dentro de sus innegables limitaciones ofensivas.

En fin, el fútbol en la cancha refleja la misma improvisación que desde la gerencia.

El que paga los platos rotos.

Toda esta espontaneidad recae en los hombros de Leonardo González que contra Ecuador quedó sin dos bazas ofensivas claves para su 4-2-3-1: Yeferson Soteldo (indisciplina) y Salomón Rondón. A pesar de ello como demostró José Peseiro en Copa América la actitud es diferencial, pero esta eliminatoria se ha jugado sin fútbol y me atrevería a decir sin alma.

Nunca supimos buscar los partidos. Nunca tuvimos el control del juego, de la pelota o de ambas cosas. Nunca salimos limpios al contraataque. Nunca funcionamos como una maquinaria tácticamente ordenada. Nunca nos concentramos. Todo esto es una consecuencia de esa improvisación y Leonardo es el que paga los platos rotos.

El fanático increpa al técnico interino en Twitter, exclama por orden en la institución, de un proceso. Pero como indica Jovan Pulgarín en el Estímulo: "Se vive en negación. El fanático actúa como un adicto al juego: cree fervientemente que con solo el deseo, con cerrar los ojos e imaginar el número, saldrá el dígito esperado (...) Cuando la bola cae en un lugar no deseado, entonces busca un culpable. No se trata de expectativas erradas. Según esa dinámica: es el técnico, el esquema (los «5 defensas») o el «periodista complaciente»", escribe en su artículo Vinotinto: el complejo de creerte mejor que el resto.

Somos últimos.

Por eso, tanto el fanático y como la FVF deben retornar del mundo del deseo y regresar a la realidad. ¿Cuándo hemos ido a un Mundial?, pregunto ya sabiendo la respuesta. ¿Acaso en aquellas tardes del 2011 logramos aplastar nuestra historia futbolística y clasificamos? No, nunca lo hicimos.

Entonces, ¿tal vez si nos creemos mejor que el resto? No me atrevo a afirmarlo, sería una imprudencia. No me atrevo a negarlo, sería una ingenuidad. Ahora todo se complicó. Absurdamente, pero es la realidad y hay que asumirla como tal. Estamos últimos en la tabla con siete puntos, -15 en el goal average y ya nada que perder.

Nos habíamos preparado para encontrar un triunfo fuera del país y debemos explicar otra derrota. De todos modos seguimos teniendo esperanza, que como se sabe, es lo último que se pierde.

Tenemos que ganar a Perú en el Olímpico por lo civil o por lo criminal. No me pidan razones, no las tengo. El domingo me voy a misa y me pongo a rezar... No por un milagro, sino por un proceso.

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