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Un Toque de Canela

Algunas personas, sobre todo las que me conocen de la profesión, suelen relacionarme con el baloncesto e incluso con el voleibol como esa disciplina de la que siempre he sido parte y no hay nada más alejado de la realidad. 

Al voleibol, a pesar de tener en mi familia a uno de los mayores referentes de la disciplina en el país, mi tío “Papelón” (quien por años también fue columnista del diario Meridiano), llegué haciendo mi primera pasantía formal en el periodismo deportivo, digo formal porque en estos tiempos la pasantía se hace porque la universidad te manda, pero hace un tiempito uno solo lo hacía por aprender y yo siempre lo recomendaré hacer así. 

Al baloncesto llegué por destino como les conté en la columna anterior, la cual me encantaría que también leyeran. Mientras tanto, retomemos las líneas con “el cuento de vida” que les comparto en este relato.

El beisbol fue el deporte que vi y viví desde niña de la mano de mi papá, quien lo jugó de joven y, como a muchos, una lesión lo alejó del campo, pero el tiempo lo llevó a ser un entregado del softbol, no de parrillas y bochinche, sino de estrategia, equipos, hasta mortificación y reconocimientos. Supe lo bueno que era mi papá, llamado Rafael, cuando el conocido comentarista Rubén Mijares me dijo “tú papá es el mejor center field que yo he visto, se hubiese perdido de vista en esta liga”. 

Para mí era normal que el plan fijo cada 12 de octubre, fin de semana o cualquier día de pronto, fuese ir al estadio. Con el tiempo entendí por qué para él era ideal llegar al estadio desde las prácticas. Firme y sin gorra cuando suena el himno… Les confieso que mucho tiempo después que se marchó a una nubecita, que seguro está ubicada en un jardín central, fue cuando logré volver a estar ahí en ese momento escuchando el himno sin él y muchos años después tragué durísimo en más de una transmisión. De hecho aún hay que hacerlo.

En una sillita de madera frente al radio lo acompañé desde niña por años, sin entender mucho por qué ese señor del terreno (el manager) no hace lo que mi papá está diciendo y de dibujar en mi mente lo que narradores y comentaristas conversaban entre ellos, y con mi papá porque también les respondía. Yo solo creía que trataba de entender, pero en realidad aprendía. El beisbol es en realidad el deporte que como pongo en todas mis biografías está en mi ADN, como seguro en el de muchos de ustedes que hoy me leen y alguna de estas breves anécdotas se les hará familiar. 

Con el tiempo, en una de esas oportunidades que tuve, me dijeron “haz una sección de deportes”: ya estábamos a días del inicio de la temporada. No me pidan explicación científica, pero estar en el Universitario para hacer esa previa de Leones – Tiburones y al ponerme de espaldas al terreno, viendo el dogout y frente a la cámara fue cuando supe que eso era lo que quería hacer, muy seguramente, el resto de mi vida y tuve la certeza de que “la cosa era por ahí”. Lo bueno fue desprenderme del amor a la camiseta. Créanme estudiantes de periodismo, que se sufre menos, pero se disfruta más por igual.

Poco después la inquietud que me caracteriza en las cosas que me apasionan me llevó a querer escribir lo que según yo, identificará a los aficionados del beisbol con lo que significa que llegue una nueva temporada, e hice mi primer micro de televisión completamente producido, escrito, postproducido y grabado en off por mí. 

Hoy, varios años después, cuando estamos cerca de un nuevo inicio de la pelota, siento que no pierde vigencia el sentir de ese texto que narraba la comparativa de lo que era el tiempo con y sin beisbol. Me encuentro también con esas otras sincronías del tiempo. Aquel material lo hice en la temporada posterior a un campeonato de Leones, quienes hoy también ostentan el título e igual que en aquel entonces me correspondía generar un material, días antes de un nuevo play ball.

Les pido mientras leen los siguientes fragmentos que participen en un ejercicio de imaginación y se sientan cerca del estadio de su preferencia. ¿Qué diferente sería todo sin la palabra beisbol? Horas antes los alrededores están colmados de personas ansiosas por asegurar su entrada, nada parecido a esta soledad… En días de pelota resaltan decenas de opciones ruidosas y vistosas para armar el kit del fanático, al acceder al recinto el rostro de todos se vuelve sonriente y alegre. Llegar ahí es solo pensar en quitarse la gorra, escuchar el himno, la voz de play ball y con ella dar paso a una cantidad de emociones que desde ese momento se comenzarán a vivir hasta el out 27. 

Esperar una nueva fecha de juego se hace con el recuerdo, con esa esencia que llena a un aficionado, algo que no puede definir, no puede describir, pero quieren que todos lo vivan. Es esa emoción de ir al estadio, de vibrar con tu equipo y de ser testigo de una historia maravillosa que transcurre una y otra vez, con inmensa y primitiva pasión, cuando de por medio está la palabra beisbol.

¿Y a ti, te cambia, tener en el panorama la palabra beisbol?

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