Martín Palermo y tres penales vacío

Por Meridiano

Domingo, 04 de julio de 2021 a las 07:42 am
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Samuel Aldrey /@SamuelAldrey

El hecho ocurrió en el mes de julio de 1999, al sur del continente, en la Copa América de Paraguay. Nadie quisiera contarlo porque el primer propósito de todos es olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 2021, ya se puede contar como un cuento, pero para Martín Palermo fue casi atroz mientras duró, sobre todo al verse tan cerca y tan lejos del gol. 

“En ningún momento se me cruzó por la cabeza que los pateara otro”, Palermo siempre lo tuvo clarísimo y así se vio cuando en 1999 en una Copa América decidió patear tres penales que quedaron en la historia de la competición.

Argentina, quedó archivada en el grupo C junto a Colombia, Ecuador y Uruguay. Se viajaba a Paraguay, sede del torneo, con Marcelo Bielsa caminando por la línea técnica contando sus pasos junto a futbolistas icónicos como Zanetti, Simeone, el ‘Burrito’ Ortega o Martín Palermo vistiendo la celeste y blanca. El objetivo, era uno: repetir el último lauro de la ‘Albiceleste’, la Copa América disputada en Ecuador en 1993.

El 4 de julio le tocó enfrentarse a Colombia, que ya había ganado en la primera jornada al ganar a Uruguay. El equipo que saliera vencedor en este partido, en el Estadio Feliciano Cáceres, limitaba las oportunidades del resto para apoderarse del primer lugar de la fase grupos.

A cinco minutos del primer soplido del paraguayo Ubaldo Aquino, llegó el primer penal para el olvido. La jugada inició con Palermo preparándose para sacar, de la nada, una volea sin ángulo -por algo le llamaban el ‘optimista del gol’- cuando una mano de Alexander Viveros se interpuso en la trayectoria del balón centrado y la el botín del rubio delantero.

Sopló el silbato del árbitro sin ninguna duda, un sonido secó salió de aquel negro objeto: ¡Pi! para declarar a todos que era penalti. Palermo se dispuso a patearlo. Se distanció de la pelota en una carrera larga y centrada, con la mirada recta hacia el balón; inició con una zancada imponente y sacó un disparo potente. Tal fue la violencia, que salió una bala que se encontró con la única barrera que evitaría la explosión de la tribuna: el travesaño; el balón salió despedido como un cohete hacia la estratósfera, sin ninguna  intención de retomar su camino hacia la tierra ni hacia al arco.

  El problema para Argentina fue el mismo sonido instante después. Otro silbatazo, otro penalti. Walter Samuel tumbaba a Arley Betancourth. Iván Córdoba se encargó de linchar el arco. Tomó carrera corta, sin tanto empuje, para anotar desde los once pasos con un bombazo imposible para el ‘Mono’ Burgos. 1-0.

Argentina buscó por todos los orificios, al menos, un espacio, un chance para igualar el partido. Y el fútbol les volvió a dar una oportunidad con una jugada calcada al primer pitazo. Otro envío al área, Viveros y Martín a pelear en el aire y el colombiano, abriendo las alas, volvió a tocar con la mano  la pelota. Segundo penalti, otra vez Palermo, otra vez un espacio de 11 metros limpios hacia la portería.

Misma metodología: larga y centrada carrera, zancada firme, disparo potente. Esta vez el cañonazo se estrellaba en la verja. Tres minutos después, Colombia marcaba el segundo.

Tétrica noche para la selección albiceleste que totalmente oscura en el último tramo del tiempo añadido  con el tercer gol ‘cafetero’ de Johnnier Montaño. Pero segundos después llegaría la última oportunidad para maquillar el resultado para Argentina. Como no, de penalti.

 Esta vez el mismo Palermo cayó en el área y tenía claro que volvería a pararse frente al arco. Cogió el balón y lo enterró en el bendito punto blanco. Quería ponerle la lápida a sus errores. Era la tercera vez que visitaba aquel cementerio. Ya todo estaba 3-0, no se jugaba ya nada, solo el orgullo de un delantero. 

Lo único que podía hacer ese penalti era enterrarlo aún más, pero fue optimista, como siempre volvió a tomar carrera. Volvía a retar al espacio entre Miguel Calero, arquero de Colombia y el gol. Al fondo, sus compañeros de selección gritaban ‘Esta sí, Martín’. 

Palermo no escuchaba nada. Solo quería meter esa embrujada pelota al arco, pero esta tampoco fue. Calero adivinó el remate del rubio delantero y la noche engullía al único jugador en la historia en fallar tres penales en un mismo partido. Todo terminó con el sonido del silbato que había escuchado Palermo tres veces y que dejó a Argentina tres veces con el marcador vacío.

Nunca me arrepentí de haber pateado esos tres penales contra Colombia. Fue algo atípico, que no sucede todos los días. Mi confianza era superior a todo. En ningún momento se me cruzó por la cabeza que los pateara otro”, dijo en una entrevista a ElGráfico. No volvería a patear un penalti con Argentina.

 

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