"No dejaré de bailar" había avisado Vinicius Jr. previo al partido contra el Atlético de Madrid. Y por si acaso, lo hizo nada más entrar al Metropolitano, en cuanto descendió un tramo de escaleras y se encontró con una cámara del Real Madrid: ahí ya salseó un poco con los brazos antes de salir victorioso en el derbi madrileño.
Vinicius en su noveno derbi madrileño, no solo esquivo las patadas de los defensores, sino también comentarios racistas y objetos que volaron desde las gradas. Se entretenía en cada pequeña celada que le tendía el Atlético. Y por supuesto, bailó.
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No habían transcurrido ni veinte minutos cuando Rodrygo tiró una pared con Tchouameni, que le devolvió la pelota con una vaselina precisa al área, a la espalda de todos; el brasileño con la punta del botín remató una pelota a botepronto directo a las redes protegidas por Oblak.
El gol despertó la alegría del fútbol y como no podía ser de otro manera la samba brasileña se plantó en el banderín del córner para bailar. Y Rodrygo y Vinicius bailaron juntos bajo una leve lluvia de objetos. Alegre siempre ante la tormenta.