El poderoso bateador de los Yankees de Nueva York, Giancarlo Stanton, está próximo a ingresar a un club muy exclusivo, aunque no precisamente por razones gloriosas. Con 1972 ponches en su carrera, el cañonero del Bronx podría alcanzar los 2000 en los próximos juegos, consolidándose como el jugador activo con más abanicados en Grandes Ligas.
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Si bien este número habla de su longevidad y participación constante, también pone en entredicho su consistencia ofensiva. Acumular tantos ponches no es precisamente una medalla de honor en el beisbol.
El club de los 2000
Reggie Jackson (2597), Jim Thome (2548), Adam Dunn (2379), Sammy Sosa (2306), Alex Rodríguez (2287), Miguel Cabrera (2105) y Andrés Galarraga (2003) integran este grupo. Todos fueron figuras de poder, pero su altísima tasa de ponches ha sido uno de los “asteriscos” de sus carreras.
Stanton, con sus más de 400 jonrones, encaja en ese perfil de slugger explosivo, aunque cada vez más condicionado por la falta de contacto y su dependencia del batazo largo.
¿Poder o vulnerabilidad?
En la era actual del beisbol, el enfoque ofensivo ha girado hacia el poder absoluto, con menos énfasis en la disciplina en el plato. Stanton representa esa filosofía a la perfección: intimidante cuando conecta, pero altamente ponchable. Su alta propensión al swing y fallo lo ha vuelto predecible para los lanzadores rivales, especialmente desde sus recientes problemas físicos.
Alcanzar los 2000 ponches puede sonar monumental, pero es también un reflejo de ciertas deficiencias técnicas. En el caso de Giancarlo Stanton, esta marca genera un contraste incómodo: un jugador capaz de cambiar el juego con un solo swing, pero también muy vulnerable a la hora de batear.