Las obras de Botero, algunas de las cuales se han subastado por hasta US$2 millones, se han vuelto famosas en todo el mundo. Sus cuadros, reconocidos por sus personajes de gran volumen, han llegado a los museos más importantes del mundo, mientras que sus esculturas de acero adornan calles y plazas de las grandes capitales. Son las llamadas "Gorditas" de Botero.
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Pero para llegar a ser el artista que fue, tuvo que vivir su propio proceso artístico, que comenzó como muchos grandes artistas, durante su niñez y primera etapa de la adolescencia.
El desarrollo de un artista
Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, Colombia. Era hijo de un comerciante y campesino, mientras que su madre era Flora Angulo, que murió en 1972. Pese a no haber crecido en una familia religiosa, su primer acercamiento al arte fue a través de la religión, que desempeñaba un papel importante en la sociedad antioqueña de esa época.
Para cuando tenía unos 12 años, Botero ingresó a una escuela de tauromaquia en Medellín, una experiencia que dejó una huella significativa en su vida y en parte de su obra, la cual está dedicada a la estética taurina. Cuando tenía 16 años, vendió su primera obra en un mercado de Medellín, también influenciada por la tauromaquia.
Una anécdota curiosa sobre el desarrollo artístico de Botero es que cuando era adolescente, fue expulsado de la secundaria debido a un artículo que había escrito sobre Picasso y sus dibujos, porque los sacerdotes de la escuela lo consideraban pornográfico.
Consolidación del éxito
En los años 50, Botero decide viajar a Bogotá donde comienza a relacionarse con los artistas vanguardistas de la época. Una vez establecido en la capital neogranadina, realizó dos exposiciones destacadas, creó un mural importante y ganó un premio. Con todo eso pudo financiar su traslado a Madrid y luego a París.
Para finales de la década, Botero regresó a Colombia y contrajo matrimonio con Gloria Zea, una reconocida promotora cultural y coleccionista, con quien se mudó a México. Desde ese país, Botero desarrolló una visión crítica del arte nacionalista promovida por los muralistas mexicanos, así como del arte moderno que se enseñaba en Europa.
Fue entonces cuando comenzó a darle forma al estilo que lo haría mundialmente famoso y que se caracteriza principalmente por sus naturalezas muertas y sus figuras de volúmenes ampliados y colores muy vivos.