Cada 26 de octubre, la Iglesia Católica rinde homenaje a la memoria litúrgica del Beato José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”. Su legado perdura en el corazón de muchos, y su vida es un ejemplo de dedicación y servicio.
Un nacimiento que marcaría la historia
José Gregorio Hernández nació el 26 de octubre de 1864 en el pequeño pueblo de Isnotú, ubicado en el estado de Trujillo, Venezuela. Su infancia estuvo marcada por la tragedia, ya que perdió a su madre cuando tenía apenas ocho años. Este evento lo impulsó a buscar un propósito mayor en su vida, que lo llevaría a convertirse en un destacado médico y un ferviente católico.
Formación académica y éxito profesional
Hernández estudió Medicina en Caracas, donde destacó por su dedicación y talento. Su éxito académico fue tal que el presidente venezolano lo envió a París para especializarse en microscopía, histología normal, patología y fisiología experimental. Al regresar a su país, se convirtió en profesor en la Universidad Central de Caracas, donde compartió su conocimiento con las nuevas generaciones.
La llamada espiritual
A pesar de su éxito profesional, José Gregorio anhelaba una vida más espiritual. En 1908, ingresó a la Cartuja de Farneta en Italia con el nombre de Hermano Marcelo, buscando dedicarse completamente a Dios. Sin embargo, su salud se vio comprometida y tuvo que regresar a Venezuela para recuperarse.
Un médico al servicio de los necesitados
Al regresar a Caracas en abril de 1909, Hernández recibió permiso para ingresar al Seminario Santa Rosa de Lima. No obstante, comprendió que su vocación era ser un católico laico y decidió servir a los enfermos como médico. Dedicaba dos horas diarias a atender a los pobres, consolidándose como un verdadero "médico de los pobres".
Un legado de fe y servicio
A lo largo de su vida, Hernández mantuvo una profunda devoción hacia la Santa Misa y la Eucaristía. Era un hombre polifacético: tocaba piano y violín, disfrutaba del baile y dominaba siete idiomas. Su habilidad manual también lo llevó a coser su propia ropa, demostrando su versatilidad y dedicación.
Un trágico final
El 29 de junio de 1919, mientras cruzaba la calle para comprar medicinas para una anciana necesitada, fue atropellado. Fue llevado a un hospital donde un sacerdote le administró la Unción de los enfermos antes de fallecer. Tenía solo 54 años. La noticia de su muerte conmovió a Caracas; muchos expresaron que "ha muerto un santo". La multitud que asistió a su velorio fue tan numerosa que las autoridades tuvieron que intervenir para organizar el tributo a este gran hombre.
El legado de José Gregorio Hernández perdura no solo en la memoria de quienes lo conocieron, sino también en la profunda admiración que genera su vida dedicada al servicio de los más necesitados.