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El Museo del Louvre, uno de los destinos más emblemáticos del arte mundial, cerró de forma repentina este lunes, sorprendiendo a turistas de todo el mundo, y es que, la interrupción de sus actividades no fue causada por factores externos como la seguridad o la política, sino por una protesta interna.
Los trabajadores decidieron detener sus funciones en rechazo a las condiciones laborales que, aseguran, se han vuelto insostenibles. Durante una reunión interna, el personal decidió no continuar con sus labores debido a la sobrecarga generada por el excesivo número de visitantes.
Esta protesta espontánea involucró a trabajadores de áreas clave como vigilancia, boletería y seguridad, para ellos, el museo se ha transformado en un espacio invivible, tanto para empleados como para los propios visitantes.
Con una afluencia diaria de hasta 30.000 personas, el Louvre ha sido víctima de su propia fama, y en especial, la sala donde se encuentra la Mona Lisa se convierte en un punto caótico, con multitudes que dificultan el paso y la contemplación de otras obras. Este fenómeno no es aislado: lugares como Venecia o la Acrópolis también enfrentan problemas similares debido al turismo masivo.
El gobierno francés, encabezado por Emmanuel Macron, anunció un plan de renovación para modernizar el museo en los próximos diez años. Se proyecta una nueva entrada, una sala exclusiva para la Mona Lisa y mejoras en infraestructura, no obstante, los trabajadores consideran que los cambios propuestos no responden a la urgencia del momento actual, y temen que la situación continúe deteriorándose.