En un intento por reencauzar el rumbo, los jugadores sostuvieron una reunión a puertas cerradas el pasado sábado en el clubhouse del Citi Field, un encuentro que dejó fuera al cuerpo técnico y a la gerencia.
Esta iniciativa, que se llevó a cabo antes del partido contra Padres de San Diego, es un claro indicio de la frustración que embarga al equipo. Con un récord de 35-37, los Mets han caído al cuarto lugar en la División Este de la Liga Nacional, a cuatro juegos y medio de los líderes, los Phillies de Filadelfia. La falta de consistencia en el pitcheo abridor y una ofensiva que no termina de carburar han sido los principales problemas que han arrastrado al equipo en las últimas semanas.
La reunión, que duró aproximadamente 25 minutos, fue descrita como "abierta y honesta" por los participantes. Fuentes cercanas al equipo indicaron que el objetivo principal fue la búsqueda de soluciones internas y un compromiso colectivo para mejorar el desempeño. Si bien el contenido específico de la conversación se mantiene en privado, es evidente que los jugadores sintieron la necesidad de abordar directamente los desafíos que enfrentan sin la presencia de la directiva.
Este tipo de reuniones, si bien no son poco comunes en el béisbol, suelen ser un último recurso cuando la situación se vuelve apremiante. La esperanza es que este diálogo entre los propios jugadores sirva como un catalizador para un cambio de actitud y un repunte en el rendimiento. Los Mets tienen la mira puesta en el resto de la temporada, conscientes de que aún hay tiempo para revertir la situación y luchar por un puesto en la postemporada.
¿Será esta reunión el punto de inflexión que necesitan los Mets para salir del bache y recuperar la senda de la victoria? Solo el tiempo lo dirá, pero la determinación de los jugadores de tomar las riendas de la situación es un primer paso importante.