Duke protagonizó un partido para los libros de historia, pero por una razón que jamás quisieron.
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Por primera vez desde que los robos se oficializaron en 1986, un equipo con mejor porcentaje de tiro de campo, más intentos de tiros libres, más asistencias, menos pérdidas de balón y más robos que su rival perdió un partido del Torneo de la NCAA. Hasta ahora, esa combinación infalible había producido un récord perfecto de 335 victorias y ninguna derrota. Hasta que llegó Houston.
En una noche de Final Four cargada de emoción y dramatismo en el Alamodome, los Cougars remontaron una desventaja de 14 puntos en los últimos ocho minutos y sellaron una victoria legendaria por 70-67 ante los Blue Devils.
La defensa de Houston, dirigida con temple y fiereza, desactivó a un Duke que parecía tener todo bajo control. En los últimos 10 minutos y medio, el gigante de Carolina del Norte solo pudo anotar una canasta en juego inédito e histórico.
La remontada fue liderada por Joseph Tugler, quien impuso su ley en la pintura con cuatro bloqueos clave, y por un esfuerzo colectivo defensivo que asfixió a Cooper Flagg, el fenómeno freshman que llegó a San Antonio con la mirada puesta en la gloria.
Su intento de suspensión para romper la sequía fue desviado por J’Wan Roberts, mientras que el último suspiro de Tyrese Proctor terminó en el aire, sin tocar aro, sellando la caída con una imagen de frustración y desconsuelo.
“Solo teníamos que mantener la fe”, dijo L.J. Cryer, campeón con Baylor en 2021 y máximo anotador de la noche con 26 puntos. Fue él quien lideró la carga ofensiva de los Cougars, ahora a una sola victoria de alcanzar su primer campeonato nacional.
La última vez que Houston pisó una final fue en 1984, en los días dorados de la Phi Slama Jama, cuando Clyde Drexler y Hakeem Olajuwon hicieron del programa una sensación nacional. Aquel equipo nunca pudo coronarse. Esta versión, más sobria pero igual de peligrosa, ha demostrado que la defensa –la de verdad– aún gana campeonatos.