La Vinotinto después de la Bombonera: morir para renacer

Por Meridiano

Sabado, 26 de marzo de 2022 a las 12:00 pm
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Samuel Aldrey | @SamuelAldrey

Las Eliminatorias son un problema para la Vinotinto. No la juega, la padece. No saca nada bueno de ella ni a nivel competitivo ni en sus credenciales individuales y colectivamente está lejos de quienes, como en tiempos pasados, acuden a la cita con el ánimo y la aspiración de competir. 

Enfrentarse a esa realidad obliga a sentarse frente al espejo. La selección está en un momento en que necesita pensar más en quién será que en quién es. Era un momento, este partido ante Argentina, para comenzar a medir a los jóvenes contra un jerarca (así hubiera sido de revulsivo) para crecer y tomar experiencia en un partido sin repercusión alguna en la clasificación.

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Un partido que los ayudaría a medirse como colectivo, testarse individualmente e incorporar bagaje competitivo real para jóvenes talentos como Yersón Chacón o Telasco Segovia. La derrota igual iba a ser inevitable en la Bombonera, pero la derrota con algunos de estos jugadores en el campo podría acercar la victoria del mañana. 

La Vinotinto de ayer no pareció estar en ese momento. Necesitado como está de autoestima y confianza para sentar la base de una dinámica positiva con la que iniciar su crecimiento futbolístico. Cada golpe, cada castigo, cada palo de agua de realidad, cada cara a cara con nuestro precario presente... Es un ancla que dificulta la salida a flote.

Quizá por eso, en su regreso a la Bombonera, a su propio país y ante la intimidante Argentina de Lionel Scaloni, el planteamiento de José Pékerman pareció tener como objetivo minimizar los daños. Protegerse fue el mensaje, ser prudentes. Una prudencia extrema generada por la desolación que causó aquel gol temprano ante Uruguay.

Pékerman recuperó el 1-5-3-2 de José Peseiro, como una solución para incorporar al once un zaguero más, pero el dibujo,  la prudente idea de juego Vinotinto, tomó forma en los ajustes de carácter conservador que se extendió como un parásito practicamente a todos sus futbolistas. 

De hecho, en determinados momentos del partido la selección jugó con la mayoría de sus jugadores en campo propio, especialmente cuando Argentina iniciaba el juego desde atrás cuando Rodrygo de Paul  se desenganchaba del mediocentro para emparejarse con Lionel Messi. 

Quedaba entonces, Cristian Cásseres ubicado de provisional lateral izquierdo tapando la zona para abrir juego, pero esto generó en una línea más adelantada que generaba muchos espacios a la espalda  (imagen de abajo). 

Messi y posteriormente Di María atacaron estos espacios dejados por la zaga constantemente durante el partido/ Elaboración propia. Conmebol


En ese primer tiempo, Argentina aprovechó este singular espacio dejado por las distancias entre las líneas. Lo hizo al retrasar las posiciones de sus delanteros para sacar la primera línea de cinco y evitar el embudo de piernas.

El anzuelo  fue Messi para arrastrar a Christian Makoun, Miguel Navarro y en consecuencia a toda la línea defensiva lejos del arco de Wuilker. Así lograr un vacío en el centro para las llegadas de Nico González y Joaquín Correa. 

La segunda maniobra consistió en liberar a Nico del extremo para forzar el comportamiento de Ferraresi y obligar al central a corregir lejos de sus compañeros de línea. Por último, la tercera, acercaba a Messi hacia la otra banda para generar superioridades númericas y avanzar con combinaciones al espacio.

En esa dinámica solo Nahuel Ferraresi sobrevivió. Se impuso en duelos en individuales contra Nico y Messi, apoyado en su despliegue físico y un buen instinto para la lectura defensiva. Chancellor y Makoun, en contraste se vieron superados, confundidos y rebasados en cada jugada.

Poca influencia tuvieron los apoyos en Yangel Herrera, José Martínez o Cristian Cásseres, cerca o lejos de ellos, Argentina pudo alboratar con tranquilidad y buen juego la defensa Vinotinto. 

 Yangel obligado a la marca no tuvo posibilidad de generar juego con la pelota en sus pies / EFE


El equipo se mantuvo entero con alguna buena intervención de Fariñez y sacar balones cuando la jugada Argentina llegaba a metros finales. Allí la cantidad de piernas cerraban los caminos, pero aquello era simplemente un alambre. 

Con este modo de juego, las posibilidades de llegar a portería fueron nula y los momentos en campo de Argentina cortos, contados por segundos.

Sin extremos con los que estirar las esquinas, sin los carrileros para incorporarse como delanteros a la jugada, con Josef Martínez instalado a la espalda del mediocampo de Argentina y como Salomón rondón como único integrante capaz de jugar espaldas al arco; la Vinotinto no pudo juntar futbolistas por encima de la línea del mediocampo.

Tanto Josef como Rondón, sin la generación de juego del mediocampo tuvieron pocas ocasiones para mostrar sus recursos / EFE


Se mantuvo detrás del balón y precipitó los ataques de forma que el partido regresara rápidamente a su mitad del campo. Esto habla de la buena presión colectiva que ejerce Argentina y de la incapacidad de los jugadores venezolanos de moverse constantemente para generar líneas de pase que quiebren esa presión, pues con la habilidad de necesaria superar aquel ahogo argentino daría como resultado hallar un equipo albiceleste quebrado y con muchos espacios que aprovechar, pero individualmente y como equipo no existe aún la capacidad de hacerlo. 

Sucedió entonces que el único futbolista sobre el campo capaz de vivir cómodo en su propia área fue Nahuel Ferraresi. El resto, sin excepción, ve su mejor versión posible cuando el colectivo crece y alarga sus momentos más allá del mediocampo de modo que el guion del partido fue vivir sobre el alambre durante todos los minutos.

Ferraresi se mostró siempre metido en el partido, el más involucrado en defensa / EFE


Ese alambre lo cortaron Scaloni y Di María tras el descanso.

Aprovecharon la salida de Miguel Navarro -entró Murillo- y  Ángel quedó emparejado con Cristian Makoun. El jugador de la MLS adoptó un comportamiento exageradamente móvil y tendente a zonas alejadas de su posición de arranque. 

Di María cogió altura en el mediocampo, Makoun lo siguió generando un enorme espacio a su espalda que el extremo del PSG atacó - de la misma forma que hiciera contra Brasil en la final de la Copa América - dejando sin auxilio a su defensa, Di María encauzó el rumbo hacia la medular y metió una vaselina de antología. Una jugada de manual con la capacidad invidual de Angelito, la dinámica de lo impensado.

Di María vuelve a dejar en evidencia la falta de capacidad espacial de nuestra defensa y con su velocidad aprovecha el error tras ver el espacio con un desmarque y un gran pase de De Paul / EFE


Ya sin alambre, Pékerman recurrió a cambios ofensivos buscando individualidad, pero esta Venezuela maltrecha y sin Soteldo, no tiene tampoco una capacidad individual exhuberante. Quizás, el más inclinado a ello hubiera sido Yersón Chacón, pero posiblemente es aún muy pronto para lanzarlo a esa jauría. 

Así atendiendo a esos problemas el gol de Messi solo quedó como una anécdota. Queda un partido contra Colombia, en Puerto Ordaz, un partido que sin importar qué resultado se de (empate, derrota o victoria) debe jugarse con la intención no de generar ilusiones, sino de generar esperanza con un juego más dinámico.

La Vinotinto debe hacer caída y mesa limpia. Morir y renacer. 

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