Guillermo Liñares
Los amantes del béisbol recuerdan con tristeza aquel infausto 7 de diciembre de 2018. La noticia conmocionó a los venezolanos, pero sobre todo, produjo una profunda impotencia y frustración a la ciudadanía, esa que vio cómo de un plumazo los sueños e ilusiones de dos atletas se acababan por la delincuencia, por los designios de un destino que tenía preparado el peor de los escenarios para ellos.
Los peloteros José Castillo y Luis Valbuena viajaban hacia Barquisimeto, después de caer en el estadio Universitario con los Cardenales de Lara, en un juego de la temporada regular contra los Leones del Caracas. Nadie se imaginaba que aquella noche decembrina, el público que asistió al recinto de los Chaguaramos había presenciado los últimos imparables de ambos.
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Aquella fría noche de jueves, un miembro selecto de la lista de 1000 hits, grandeliga, y otro que acababa de jugar aquel año en el mejor béisbol del mundo, nadie imagino que estos dos extraordinarios beisbolistas no tronarían más sus bates para deleite de los fanáticos que profesaban admiración y respeto por el juego.
La sonrisa de Valbuena, un hombre que permaneció durante 11 temporadas con sus Cardenales, se esfumó. Partió de este plano sin poder alzar el título de campeón que sus compañeros le dedicaron a su memoria meses después.
¿Y Castillo? Sobran las palabras. El "Hacha" es solamente uno de los tres peloteros en Venezuela en dar más de 50 jonrones, 800 hits y .750 de OPS, además de ser parte de ese grupo del millar de incogibles. Campeón, bonachón, un auténtico dolor de cabeza para los lanzadores contrarios, su leyenda necesitaba nuevas marcas.
Esa autopista en la vía de San Felipe registró un acontecimiento que aún hoy duele a la fanaticada, ese que no debió ocurrir y que recuerda la fragilidad de la vida. Seguimos recordándolos, porque el buen juego y las alegrías que nos dejaron se mantendrán siempre.