La situación de Rafael Devers, quien acaba de ser elegido como Jugador de la Semana ha encendido la polémica en Boston. Tras haber dejado la tercera base para asumir el rol de bateador designado, la directiva de los Medias Rojas insiste en que el jugador se traslade a primera base, una posición en la que nunca ha actuado. La decisión, influenciada por la prolongada ausencia de Triston Casas por lesiones, se ha convertido en un tema candente que pone en evidencia la incertidumbre en la planificación del roster.
NOTAS RELACIONADAS
El contexto del problema
La propuesta de modificar la posición de Devers surge en un contexto de presión y desajuste en el roster. Después de que el equipo pidiera al joven infielder dejar la tercera base para darle cabida a Alex Bregman, se pensó que el bateador designado destacaría en su rol. Sin embargo, la situación se complica al sugerir que Devers aprenda a jugar en la primera base, puesto tradicionalmente ocupado por perfiles con otras características defensivas.
Esta decisión fue impulsada por la falta de alternativas viables, ya que la ausencia prolongada de Casas ha dejado una brecha difícil de llenar. La medida, además de poner en riesgo la salud y rendimiento del jugador, evidencia una comunicación deficiente por parte de la gerencia, generando tensiones internas que podrían afectar la imagen y la cohesión del clubhouse. Incluso, una posible salida del dominicano no parece tan “descabellada” según el periodista Ken Rosenthal.
Los riesgos del movimiento
Bajo la mirada crítica de toda la afición, el cambio de posición de un jugador de la talla de Devers implica riesgos considerables. El movimiento podría derivar en una lesión o en una baja en el rendimiento ofensivo, factores que pusieron en juego la inversión realizada, pues el contrato histórico de 10 años y 313.5 millones de dólares lo identificó como la pieza central de una posible revolución en el equipo.
Mientras algunos argumentan que la medida permitiría liberar espacio para jugadores como Masataka Yoshida, la realidad indica que forzar un cambio tan radical en plena temporada podría costarle caro tanto al jugador como al equipo.
Mirando hacia el futuro
El dilema de Devers ilustra las tensiones entre las decisiones administrativas y las expectativas de los protagonistas en el terreno. La solución más sensata, argumentan críticos del manejo de la directiva, sería permitir que el bateador se desenvuelva en su rol natural y se concentre en optimizar su rendimiento ofensivo.
Al fin y al cabo, los Medias Rojas pagaron a Rafael Devers para que bateara, no para reinventarse en una posición desconocida. Mientras el estancamiento en la comunicación persista, la incertidumbre sobre el futuro del jugador y el rumbo del equipo sigue siendo el principal interrogante en Fenway Park.