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En la extendida historia de las Grandes Ligas, algunos jugadores han trascendido más allá de las estadísticas. Entre ellos, aquellos que han logrado combinar un poder ofensivo descomunal con una defensa excepcional forman un grupo aún más selecto.
Willie Mays, Ken Griffey Jr. y Mike Schmidt son tres nombres que destacan en esta categoría, siendo los únicos en la historia de la MLB con más de 500 jonrones y 10 o más Guantes de Oro.
Willie Mays es considerado por algunos como el mejor jugador de beisbol de todos los tiempos. Sus 660 cuadrangulares, combinados con sus espectaculares atrapadas en el jardín central, lo colocan en un pedestal inalcanzable para la mayoría. Mays era un atleta completo, capaz de hacer jugadas defensivas que dejaban a la multitud boquiabierta y de conectar jonrones que salían del estadio. Su combinación de poder y gracia lo convirtió en un ícono del deporte.
Ken Griffey Jr. heredó el centro del jardín de su padre y rápidamente se convirtió en uno de los jugadores más populares de su generación. Con 630 jonrones y 10 Guantes de Oro, Griffey Jr. era un espectáculo en el campo. Su swing fluido y su sonrisa contagiosa lo convirtieron en un favorito de los fanáticos. Además de su poder y defensa, Griffey Jr. era un bateador de un contacto espectacular, lo que lo hacía aún más peligroso en el plato.
Mike Schmidt, el tercera base de los Phillies de Filadelfia, fue uno de los bateadores más temidos de su época. Con 548 jonrones y 10 Guantes de Oro, Schmidt fue una fuerza dominante en la Liga Nacional durante la década de 1970 y principios de 1980. Su brazo poderoso y su rango defensivo lo convirtieron en uno de los mejores tercera base de todos los tiempos.
Estos tres jugadores representan lo mejor del beisbol: poder, gracia, y una dedicación a la excelencia tanto a la ofensiva como a la defensiva.