Momentos después de que arrancó el juego entre Tigres de Detroit y Marlins de Miami, leíamos un artículo de Greg Cote en el Miami Herald, donde definía a Miguel Cabrera como el jugador que los peces jamás debieron cambiar.
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No vamos a escribir "si el beisbol fuese sencillo", preferimos decir si "si el beisbol no fuese tan poco previsible", muy probablemente el de Maracay nunca hubiese sido negociado por el alto mando de esta organización, encabezada en aquella época por David Samson en el puesto de presidente.
Al hoy exejecutivo fue a quien correspondió la difícil decisión de cambiar a Cabrera en el invierno de 2007, cuando el venezolano cumpliría apenas años de edad con miras al siguiente calendario de Grandes Ligas, es decir, estaba cerca de llegar a su máximo nivel, el mismo que le auguraron como súper prospecto firmado en 1999 por los propios Marlins y cuyas mieles saborearon los bengalíes de Michigan en 2012, el año de su Triple Corona.
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La vida es tan frágil, tan cambiante con simples detalles que la historia que se escribe constantemente, con cada tic tac del reloj fuese distinta de diversas maneras; por ejemplo, si en Miami tuviesen propietarios con más dinero, o una visión distinta del negocio peloteril (al estilo de los Rays de Tampa Bay por citar un ejemplo), es también probable que Miguel Cabrera nunca hubiese vestido un uniforme grandeliga distinto al de los Marlins.
Pero ninguno de los dos factores mencionados existió en el radar de esta organización, por eso cabrerita pasó sus años de gloria con el equipo felino; los Marlins sembraron y los Tigres cosecharon.
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Pero la carrera del mejor venezolano visto en las Mayores ha sido tan fantástica desde el capítulo 1, que no todo se ciñe a una narrativa trágica para los Marlins; con él como prospecto debutante capturaron el título de la Serie Mundial en 2003, además, estremeciendo los cimientos del Big Show porque en el trayecto le arrebataron el comodín de la Liga Nacional a los favoritos Phillies de Filadelfia, en Series Divisionales solo cayeron una vez ante los también predilectos Gigantes de San Francisco, contra los Cachorros de Chicago estaban de rodillas, abajo 1-3 en la Serie de Campeonato que de modo fantástico pudieron llevarse, mientras en el Clásico de Otoño doblegaron al trabuco que ese año tenían los Yankees de Nueva York.
En todo ese romántico logro está la firma de José Miguel, ¡y con tinta indeleble!
Hoy, más de 15 años después de ese cambalache, el ahora Señor Miggy ha construido el sólido trayecto que con seguridad en algún momento le llevará al Salón de la Fama, el recinto donde en Miami muchos estaban seguros llegaría y esa es la razón por la que también muchos todavía lamentan las circunstancias que llevaron a cambiarlo.
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Este viernes ese sentimiento se minimizó, se entremezcló con el dulce sabor de ver de nuevo a Cabrera en el terreno de los Marlins, donde la organización homenajeó su carrera cargada de logros y todo comenzó con esa casaca.
Previo al compromiso entre Detroit y Miami, Miguel fue bordeado por los paisanos que acompañaron esos primeros pasos en las Mayores; Alex González y Aníbal Sánchez estuvieron ahí, igualmente Omar Infante, aunque con este compartió estando ambos en los Tigres. Para más, también estuvo Martín Prado, gran amigo de los tiempos campeoniles con los Tigres de Aragua.