Un extenso y revelador artículo de Tim MacMahon en ESPN pinta un cuadro sombrío de una organización carcomida por la desconfianza, las luchas de poder y una serie de decisiones administrativas que, en última instancia, alienaron a su superestrella.
Esta es la radiografía de una implosión interna que hizo insostenible la permanencia del talento generacional esloveno en la franquicia texana.
El inicio del quiebre
El epicentro de este colapso parece situarse en la llegada de los nuevos dueños, la familia Adelson, y la posterior reestructuración liderada por Nico Harrison. Descrito como un ejecutivo controlador, Harrison implementó una "purga" que desmanteló el núcleo de personas que habían construido una relación de confianza con Dirk Nowitzki y, por extensión, con Luka Doncic.
El despido de figuras respetadas como Casey Smith, jefe del departamento físico con dos décadas de servicio y cercano a ambas leyendas, sentó un precedente inquietante y generó suspicacias sobre las prioridades de la nueva administración.
Este movimiento no fue aislado. La relación entre los nuevos responsables del departamento físico y Doncic y su entorno fue tensa desde el inicio. La falta de comunicación en la gestión de lesiones, como el caso de Dereck Lively, expuso una disfuncionalidad preocupante dentro de la organización.
Mientras tanto, el entrenador Jason Kidd, inicialmente con algunas reservas sobre la condición física de Doncic, se vio progresivamente frustrado por la desintegración de un proyecto deportivo diseñado en torno a su base estrella.
Desconfianza y dudas hacia Doncic
La desconfianza de Harrison hacia la profesionalidad y el entorno de Doncic se erigió como un factor clave en esta implosión. A pesar del rendimiento superlativo del jugador y la clasificación a las Finales, la gerencia cuestionó su condición física y hasta la veracidad de algunas de sus lesiones. Esta atmósfera de recelo minó la relación entre la franquicia y su activo más valioso, creando una brecha cada vez más difícil de superar.
La gestión de las lesiones de Doncic se convirtió en un microcosmos del conflicto general. Las discrepancias en los tiempos de recuperación y la percepción de que el entorno del jugador "camuflaba" problemas físicos generaron fricciones constantes. La negativa a permitir que Doncic se enfocara en su recuperación sin la presión de viajar con el equipo durante una gira ejemplificó la desconexión entre la visión de la gerencia y las necesidades del jugador.
En última instancia, la salida de Doncic fue el síntoma más evidente de un problema mucho más profundo. La implosión en Dallas no fue un evento repentino, sino la culminación de una serie de decisiones y dinámicas internas que crearon un ambiente tóxico e insostenible para una superestrella de su calibre.
La falta de confianza, la purga de personal valioso y una gestión que pareció priorizar el control por encima de la armonía deportiva sentenciaron el futuro de Doncic lejos de los Mavericks.